Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.
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martes, 4 de junio de 2019

Los diarios herméticos de Eugenio Montale.


Natura morta,
Giorgio Morandi (1943)

Aun stilnovista, entre filigranas prerrafaelitas, este blog tiene contraída una deuda silenciosa con la literatura italiana del siglo XX, tan modernista en su realismo. Por más puntual y dispersa que haya recorrido mi formación sentimental su narrativa, no puede detener ahora el flujo de un ritmo todavía áspero y ajustado a mi sensibilidad de entonces. Abstracta en su inmediatez física, intermitente, recito de nuevo en mi mente la poesía de Eugenio Montale (1896-1981).

martes, 2 de abril de 2019

Todavía, el Trovador.



Il trovatore,
Giorgio De Chirico (1917)

Hace un par de meses Ignacio Trujillo compartía desde su azotea una maravillosa interpretación de Montserrat Caballé en el aria “D’amor sull’ali rosee” de Il Trovatore (1853) de Giuseppe Verdi. Genialoide, mi heterónimo reivindicó en un comentario la superioridad de la triunfal obra homónima (1836) de Antonio García Gutiérrez sobre el libreto, a tientas, de Salvatore Cammarano. Comoquiera que su amigo, con extrema delicadeza, le reconvino con la evidente superioridad musical -y artística- de la ópera verdiana, casi para disculparse insistió enviándole un vídeo de la escena segunda del Acto IV representada por Mario del Mónaco y Fedora Barbieri con una gesticulación de percusión tan flamígera como aéreamente anacrónica, de una estilizada técnica de cine mudo.  “Ah, sí, ben mio”, “all’armi”.

viernes, 22 de marzo de 2019

La imaginación conservadora de Gregorio Luri.



Kermés flamenca,
David Teniers el Joven (1652)

Acaso emprenda el inusual comentario de un libro. ¿Sería presuntuoso desear orientarse más por la enseñanza esotérica de su autor -no por ello menos escrita- que por el contenido de su obra concreta? Ante La imaginación conservadora (Barcelona, 2018) de Gregorio Luri creo que casi es un deber, casi una deuda, acercarse indirectamente

martes, 25 de diciembre de 2018

Ero cras.



Natividad,
Guido da Siena (1270)

De mi infancia, secreta, casi hermética, conservo la afición del santoral. En plena época posconciliar jamás advirtió nadie en ella un signo de vocación religiosa. Acertaban. He leído con fruición, por puro gusto literario, las más variopintas hagiografías, por sus protagonistas o por sus autores, de una o mil páginas, ilustradas o tiradas en ciclostil, del siglo IV o del siglo XX, polémicas o anónimas, medievales o barrocas o posmodernas, ay. Aun siendo tal vez una preferencia excéntrica, en su fondo brotaba de una fascinación todavía más radical: el catálogo desnudo de los nombres que han forjado martirios, confesiones o fundaciones. 

martes, 18 de diciembre de 2018

Stavroguin y el príncipe Hal.



Demonio sentado en el jardín,
Mikhail Vrúbel (1890)

Comoquiera que el imaginado cosmos cultural que, sin añoranzas, he amado sigue derrumbándose ante la lenta y displicente indiferencia de sus saqueadores, últimamente me he propuesto no dejar de emprender una nueva lectura de Fiodor Dostoievski (1821-1881) al comenzar cada curso. 

viernes, 7 de diciembre de 2018

Mi Verlaine, saturnal.



L'étang dans la fôret,
Edgar Degas (1867-1868)


En 1866 Paul Verlaine (1844-1896) costeaba la edición de Poemas saturnales, su primer libro. La crítica, omnívora, repite con delectación que su editor Alphonse Lemerre había lanzado una tirada de 491 ejemplares que, veinte años después de la publicación, seguía sin haberse agotado. Con entusiasmo gélido, en carta privada que ha sido estudiada con el detenimiento caníbal de la crítica literaria, Mallarmé fue acaso de los poquísimos lectores que felicitó al autor, tal vez porque representaba justamente la necesaria antítesis de su búsqueda poética.

martes, 27 de noviembre de 2018

Dante, Pound, Cavalcanti y su lector.



The first anniversary of the death of Beatrice,
Dante Gabriel Rossetti (1853)

Es lugar común traer a la memoria -y a la conversación amistosa- aquellas lecturas aque acompañan sin desfallecer, semiborradas, incombustibles, la propia formación sentimental. Me es imposible disociar su recuerdo adolescente de la historia íntima de los volúmenes que ahora despliego sobre mi mesa.

viernes, 26 de octubre de 2018

El peregrino absoluto (y II).



Cristo y los peregrinos camino de Emaús,
Duccio di Buoninsegna (1308)


Al final de la Vita nova Dante advertía que peregrino es tanto quien se encuentra fuera de su patria como quien camina a Santiago de Compostela para servir al Altísimo. También así soy un peregrino absoluto. Léon Bloy insistía en que no padecemos otra nostalgia que la del Paraíso, la única patria que hemos conocido. Como bacantes enardecidas, nuestras sociedades del bienestar han profanado, por si acaso, hasta los confines de cualquier Jardín que pudiera conservar un recuerdo que todavía testimonie, entrelíneas, nuestra Caída. De Santiago a Jerusalén, pasando por Roma, con una palma, unas hojas de romero y una vieira, emborrono un cuaderno de exilio, donde no ceso de anotar los espantosos lugares comunes que nos cierran, con las simas de su estupidez, los abismos de Luz que, desesperado, invoco.
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martes, 16 de octubre de 2018

El peregrino absoluto (I).



La cena de Emaús,
Rembrandt (1648)

Hace casi dos años mi heterónimo sondeó si estaría dispuesto a emprender la aventura de un nuevo blog bajo la advocación de Léon Bloy. Desde entonces el peregrino absoluto ha ido publicando los reflejos contemporáneos de aquellos lugares comunes cuya exégesis, pura e implacable, el león de Aquitania practicó con sarcasmo derrotado más de un siglo atrás. En el medio de su camino, observa que sus piezas van encajando en un libro por venir, seguramente impublicable, cuyo destino quizás querría esquivar, aunque sepa que se ha esforzado por merecerlo. Apenas puede descifrar todavía su misión sino a través de una dolorosa técnica de introspección que recién ha comenzado a atisbar entre los trazos de una escritura tan férreamente dispuesta como distanciada intelectualmente.

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martes, 24 de abril de 2018

Heidi en 4D.



Mediodía sobre los Alpes,
Giovanni Segantini (1891)


Aunque a mi amigo pedagogo, que sobrelleva con paciencia mis arrebatos ácratas, solían mortificarle mis públicas y desafiantes profesiones de educado ateísmo innovador, jamás he podido dejar de considerar la escuela posmoderna como la más sutil, descabellada y represiva de nuestras instituciones sociales. Por eso, la considero un mal tan necesario como todavía indispensable para seguir preparándose hacia el espantoso mundo que asoma ya por el horizonte. 

martes, 20 de febrero de 2018

Léon Bloy, ¿heterónimo?



Les Casseurs de pierres,
Gustave Courbet (1849)

Hace una semana conversaba en tránsito mi heterónimo con Jesús Ares en un rincón del aeropuerto. Intentaba explicarle, con su impotencia críptica, que cada uno de nuestros mutuos nombres es la posibilidad que sólo Dios es capaz de grabar con trazo seguro en el libro de una vida que a tientas protagonizamos, inciertos, tras la comunión de los santos. No existe para él otra realidad que la escatológica. Ella marca la diferencia -la herida- de nuestra existencia en cada una de las preposiciones con que testimonia, explorador, la condición de imagen suya. Al despedirse de su paciente y cálido amigo, le vino a la memoria una pequeña nota que ha quedado suspendida, inédita, sin respuesta. Era justo que así fuese. Sus heterónimos no son imaginarios, sino almas transubstanciadas.
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martes, 19 de diciembre de 2017

En la cripta de Barbazul tras Béla Bartók (I)



El cementerio judío,
Jacob Isaackszon van Ruisdael (1657)

Quienes se aventuren por la selva de estas líneas tal vez se sientan defraudados, porque en pos de Béla Bartók (1881-1945) no me detendré apenas en El castillo de Barbazul (1911), la singular ópera en un acto que, con apenas treinta años, compuso sin poder estrenar de inmediato y cuyo éxito completo se retrasó casi otros treinta años. Me estremece pensar que, inspirándose en el cuento de Charles Perrault y con el libreto de su amigo Béla Balázs, el compositor húngaro, en su precoz juventud, fue capaz de descubrir, mediante las pinceladas exactas de sus duetos, el desposorio íntimo de la desilusión más apasionada. En el inicio de mi pospuesta senectud Barbazul y Judit me entregan ahora las llaves de otras cámaras, feas, pobres y débiles, acaso redimidas, que recorro con entusiasta extenuación.

viernes, 17 de noviembre de 2017

Preámbulo del Anticristo, con ecos de Vladimir Soloviev.



Retablo de todos los Santos,
Albrecht Dürer (1511)

En XXI Güelfos mi heterónimo seleccionaba la entrada “El Papado y el katéjon” como pórtico de su Purgatorio. En ella releía, todavía con una cierta ingenuidad, la seriedad escatológica con que el beato John Henry Newman comentaba, en su periodo anglicano, las profecías sobre el Anticristo. De los cuatro sermones que dedicaba a esta figura en 1835 escogió, no casualmente, el de “La ciudad del Anticristo”. En el fondo sostenía que Roma, entendida en el sentido a la vez metonímico y anagógico, político y místico, que había representado el Papado en la historia de occidente, ha encarnado una figura del katéjon, es decir lo que retenía la llegada del Anticristo.

martes, 26 de septiembre de 2017

La poesía contemplativa de Cavalcanti.



Parnaso,
Rafael Sanzio (1510-1511)

Callejeando juntos cabe la Iglesia del Salvador en Sevilla y con el entusiasmo que adopta entre amigos la reconvención, Ignacio Trujillo animaba a mi heterónimo a que, si hubiera escrito poesía, reemprendiese la búsqueda de su ritmo personal. Por su entonación tuvo la certeza de que siente por la poesía un respeto sacramental. En su invitación parecía latir el horror sagrado ante el sacerdote que ha abandonado la celebración de los misterios de su fe. 

martes, 21 de febrero de 2017

Commedia dell'arte en una tarde musical.





Hace años que no acudo a una representación teatral porque, entre otras razones circunstanciales, me descorazona el método de declamación habitual en España. Rara vez he comentado en este blog obras teatrales, y, si lo he hecho, ha sido más en su dimensión literaria que no en la propiamente espectacular, con la relativa excepción de una entrada dedicada a la representación de una ópera mozartiana en Praga.

Por la sugerencia entusiasta del director dramático, me planté un par de semanas atrás en un pequeño local de Sant Vicenç dels Horts para asistir a la representación de Les Mis 24601, adaptación íntegra en catalán por un grupo amateur del famoso musical Les Misérables (1980), de Claude-Michel Schönberg, una de las cimas de ese subgénero operístico actualizado, popular y, puestos en plan exquisito, aún más vulgarizado que ha triunfado en el último tercio del siglo XX.

martes, 15 de noviembre de 2016

El Temple de Bembibre.



The Dedication,
Edmund Blair Leighton (1908)

En los últimos meses Gregorio Luri ha compartido sus incansables lecturas de los desventurados pensadores del siglo XIX español, en especial de Donoso Cortés y Jaume Balmes, por un lado, y de Juan VarelaMarcelino Menéndez Pelayo, por otro. ¿Quién sabe? Quizás, irónico, estará tejiendo una réplica -una matización- a aquel juicio de Ortega en las Meditaciones del Quijote sobre la época de la Restauración canovista: “Durante ella llegó el corazón de España a dar el menor número de latidos por minuto”.  Clara y oscura, profunda y superficial, esta rara asociación de los nombres de Luri y Ortega me ha lanzado a releer la novela histórica a mi juicio más singular del Romanticismo español: El señor de Bembibre (1844) del contemporáneo de Balmes y Donoso Enrique Gil y Carrasco (1815-1846).

martes, 10 de mayo de 2016

Remando al viento.



Mar de hielo,
Caspar David Friedrich (1823)

De todas las versiones de Frankenstein (1816) de Mary Shelley (1797-1851) que el cine, desde el clásico de Boris Karloff, una y otra vez reprograma como un clásico de terror, seguramente para mi mal quedé preso del plano inicial, casi helado, de Remando al viento (1988) de Gonzalo Suárez (1934).

martes, 24 de noviembre de 2015

Arthur Rimbaud, escatólogo.



La casa del ahorcado,
Paul Cézanne (1873)

Un compañero de aquel ignoto C.O.U. de mi adolescencia se empeñaba en provocar y hasta escandalizar con sus lecturas de Nietzsche a un buen exfraile tomista que se había convertido en nuestro profesor de filosofía. Las polémicas solían acabar con estas palabras de don Laude que meneaba la cabeza: “No leas esas cosas, que te perjudicas”. Como reprensión, usaba todos los verbos en segunda persona.

martes, 10 de noviembre de 2015

La Cartuja ausente.



Monasterio cartujo cabe Roma,
Karol Telepy (1858)

Hace un par de semanas hube de participar con una ponencia en un Congreso sobre la Cartuja. Rompía así con una decisión que había tomado unos cuantos años atrás. La organización de este tipo de actos, en el mundo de las humanidades y de las ciencias sociales (con perdón), es ya, sin tapujos, un gran fraude aceptado como tal por la “comunidad académica”, si así puede todavía llamársela.

martes, 20 de octubre de 2015

Libertad religiosa.



La Liberté guidant le peuple,
Eugène Delacroix (1830)

Mi padre consideraba que un buen médico debía desarrollar al máximo su “ojo clínico”. En una época con apenas máquinas y sin protocolos, sostenía que el diagnóstico acertado exigía atención a los síntomas y disposición a escuchar los más mínimos matices de las explicaciones del paciente. Aunque creyente a piñón fijo, era por ello muy escéptico sobre las manifestaciones externas de ascetismo. Resultaba pavoroso, casi quiromántico, que el tiempo confirmase con precisión sus “diagnósticos”.