Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 29 de noviembre de 2016

Vísperas güelfas en Sevilla.



La Virgen de las Cuevas,
Francisco Zurbarán (h. 1655)

No siempre habría de ser el cronista de la catástrofe. Si en este blog he relatado, con estilo farsesco y satírico, no pocas aventuras universitarias y pedagógicas no ha sido para clamar, abrumado y profético, contra un mundo caído sin remedio, sino para resistir la trampa resignada de la desesperanza. Quien recusa, entre burlas y lágrimas, cómico, el peso cotidiano de sus afanes, conserva intacto el fondo ideal e ingenuo de sus deseos más íntimos. ¿Cómo si no podríamos ampararlos?

Hoy, como la excepción que confirma gozosa la regla, escribiré la crónica del viaje de mi heterónimo a Sevilla la semana pasada, donde el amigo reciente –y ya de siempre- Ignacio Trujillo ha practicado, en su formulación clásica, la obra de misericordia de dar posada al peregrino; en este caso, a un güelfo desterrado que, ingenuo e ideal, llevaba consigo, casi escondidas, sus memorias más íntimas.

martes, 22 de noviembre de 2016

En Compostela con Ángel Ruiz.



Detalle del Pórtico de la Gloria,
Maestro Mateo (1168-1188)

Con Ángel Ruiz mi heterónimo ha ido forjando una amistad literaria y real a través del diálogo que han suscitado no pocas entradas de nuestros respectivos blogs. En Compostela Ángel alza cada mañana desde 2004 un espacio imaginario que este verano hasta pude recorrer físicamente a su lado. ¿A alguien puede extrañarle que en los breves y escasos encuentros personales hayamos conversados como viejos amigos, en tránsito por un aeropuerto mediterráneo?

martes, 15 de noviembre de 2016

El Temple de Bembibre.



The Dedication,
Edmund Blair Leighton (1908)

En los últimos meses Gregorio Luri ha compartido sus incansables lecturas de los desventurados pensadores del siglo XIX español, en especial de Donoso Cortés y Jaume Balmes, por un lado, y de Juan VarelaMarcelino Menéndez Pelayo, por otro. ¿Quién sabe? Quizás, irónico, estará tejiendo una réplica -una matización- a aquel juicio de Ortega en las Meditaciones del Quijote sobre la época de la Restauración canovista: “Durante ella llegó el corazón de España a dar el menor número de latidos por minuto”.  Clara y oscura, profunda y superficial, esta rara asociación de los nombres de Luri y Ortega me ha lanzado a releer la novela histórica a mi juicio más singular del Romanticismo español: El señor de Bembibre (1844) del contemporáneo de Balmes y Donoso Enrique Gil y Carrasco (1815-1846).

martes, 8 de noviembre de 2016

Cosas que ha cantado José Luis de la Cuesta.



Summer Evening,
Edward Hopper (1947)

Como es habitual en este blog, los elogios deben llegar siempre con retraso gregoriano, cuando ya sus referentes parezcan inasequibles. Así ocurre con los poemas de Cosas que me has contado (Sevilla, 2015) de José Luis de la Cuesta. Agotada su exquisita edición numerada y firmada por el autor, por su apariencia de sobria ligereza este libro atrae ahora mi atención, como si quisiera todavía ser releído, extemporáneo, más allá de su elegante ironía caballeresca. Reseñarlo, atrasado y monacal, si no es del todo inútil, al menos y tal vez me libra de las “tres gilipolleces” que, epigrámatico, denuncia el autor al final de su libro: “Querer ser moderno. / Querer ser posmoderno. / Querer ser premoderno”.

martes, 1 de noviembre de 2016

Amós, bajo el sicomoro.



Profeta Amós,
Juan de Borgoña
(principios siglo XVI)

Con mi monacal amigo jesuítico mantengo conversaciones tasadas sobre qué tipo de actualidad puede tener una vida comunitaria, de oración y trabajo, en medio de una sociedad acelerada, cuyos vínculos familiares y laborales se dispersan y se recombinan a la velocidad centrífuga de una conexión en redes. Hay cada vez más riqueza y, sin embargo, la pobreza se apodera con constancia aterradora de hasta el último rincón de un mundo puesto en almoneda. Seguir hablando de redistribución es necesario, pero puede que ciegue una constatación evidente: no hay hoy más mundo que el que pueda ser sustraído e, incluso, sustraerse.