Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.
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viernes, 24 de mayo de 2019

Calvinball o las políticas de calidad científica.



Calvin & Hobbes,
Bill Watterson (1990)

A mi heterónimo, que debe asistir por obligación a una de esas comisiones académicas para iniciados en los ritos y mi(ni)sterios educativos, hace poco un colega le reprochó estar instalado en la "cultura de la queja". Lo había motivado su crítica a una de esas interpretaciones crípticas que caracterizan los criterios aplicados en la resolución de una convocatoria pública de evaluación de la calidad de las publicaciones científicas.

viernes, 29 de diciembre de 2017

En la cripta de Barbazul con Primo Levi (y II).



L'incendie de Rome,
Hubert Robert (1785)


Mientras descendía los peldaños minúsculos de la cripta de su Barbazul universitario en la entrada anterior, mi heterónimo se iba preguntando por qué George Steiner, que tantas páginas ha dedicado a la poesía de Paul Celan como situada “al norte del futuro”, apenas ha mencionado sino muy puntualmente los relatos de los sobrevivientes de los campos de exterminio.

martes, 19 de diciembre de 2017

En la cripta de Barbazul tras Béla Bartók (I)



El cementerio judío,
Jacob Isaackszon van Ruisdael (1657)

Quienes se aventuren por la selva de estas líneas tal vez se sientan defraudados, porque en pos de Béla Bartók (1881-1945) no me detendré apenas en El castillo de Barbazul (1911), la singular ópera en un acto que, con apenas treinta años, compuso sin poder estrenar de inmediato y cuyo éxito completo se retrasó casi otros treinta años. Me estremece pensar que, inspirándose en el cuento de Charles Perrault y con el libreto de su amigo Béla Balázs, el compositor húngaro, en su precoz juventud, fue capaz de descubrir, mediante las pinceladas exactas de sus duetos, el desposorio íntimo de la desilusión más apasionada. En el inicio de mi pospuesta senectud Barbazul y Judit me entregan ahora las llaves de otras cámaras, feas, pobres y débiles, acaso redimidas, que recorro con entusiasta extenuación.

viernes, 15 de septiembre de 2017

Los diarios paliativos de José Antonio Llera.



Lección de anatomía del Dr. Deijman,
Rembrandt (1656)

Distante y correspondido, el aprecio civilizado ha marcado las puntuales relaciones entre José Antonio Llera (1971) y mi heterónimo. Tan alejados ideológica y vitalmente, sospecho que comparten, calcinada e irrenunciable, una misma vocación literaria que, forjada a fondo en la prosa acerada e imaginaria, derrotada, de sus estudios vanguardistas, explica por qué considero casi un deber reseñar Cuidados paliativos (Logroño, 2017), su reciente volumen de diarios.

martes, 11 de octubre de 2016

Una literatura sin fronteras (y II).



La chute de l'ange,
Marc Chagall (1923-1934-1947)

Me arrepiento de haber fustigado sin piedad la semana pasada a mi heterónimo. La implacable decencia es también una hybris, un yerro o una desmesura culpable en una ciudad laberíntica y derruida, como la de la universidad actual, que ha cegado y ha dejado impracticables los caminos hacia el cenobio desolado. Las torres de marfil son segundas residencias confortables que nadie realmente quiere habitar. Aplastada por el peso cotidiano de mil rutinas prescindibles, la intimidad desnuda apenas puede alcanzar el refugio de sus palabras últimas.
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martes, 4 de octubre de 2016

Una literatura sin fronteras (I).



Three studies of Lucian Freud,
Francis Bacon (1969)

Dudo que a mi heterónimo se le haya podido empachar su nueva categoría académica. No obstante, por esos compromisos que surgen en los predios del páramo universitario, ha aceptado una invitación para gesticular -¿pomposo?- sobre la crisis del arte en crisis. Le cedo, escéptico e ¿irónico?, la palabra. Al menos no cita esta vez a Walter Benjamin, aunque adopte un aire camp que para su edad ya suena otoñalmente impostado. Perdonarán mis lectores que, apócrifo y pseudónimo, atienda estas líneas entre ellos.

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martes, 24 de mayo de 2016

Bajo la cátedra...



La Iglesia como camino de Salvación,
Andrea da Firenze (1366-1367)
Capilla de los Españoles, Santa Maria Novella, Florencia


Mi heterónimo me ha comunicado que en unos días se habrá presentado a una promoción interna que le ha propuesto el centro donde enseña. Debe superar unas pruebas. Lo he mirado perplejo. Los dos sabemos que nuestro mundo, profesional e imaginario, se ha desvanecido. Ni económica ni moralmente esa posible categoría le devolverá o le resarcirá nada de nada. Precisamente por eso, me responde. Quiere -ay- aventar las brasas de sus ilusiones antes de partir, anticismático, a Aviñón. Incluso se ha esforzado para llegar a este umbral presentando una memoria investigadora y docente sui generis. Entresaco unos fragmentos, porque, quién sabe si como una inocente provocación que le pasará factura, también me propone en ella como su modelo pedagógico…

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martes, 3 de mayo de 2016

Ramon Llull en piélago de amor.



Miniatura de la iluminación de Randa y la enseñanza en París (1274-1278)
Breviculum ex artibus Raimundi Lulli electum
Thomas Le Myésier (1321)

Hace unos meses ofrecía la catastrófica crónica del acto de inauguración de los fastos efímeros del séptimo centenario de la muerte de Ramon Llull (1232-1316). Durante este tiempo me ha quedado la mala conciencia de no haber aprovechado la ocasión de regresar al recuerdo de mis lecturas del beato mallorquín. Tras las últimas semanas de este blog, tan poco ejemplares, necesito zambullirme en la compleja santidad del enigmático poeta, filósofo y místico que escribió el Llibre de la contemplació en Déu (1276).

martes, 17 de noviembre de 2015

Teresa de Jesús, letraherida.



Santa Teresa y Cristo en una guirnalda de flores,
Daniel Seghers (siglo XVII)

Hace una semana maldecía los Congresos y ahora acabo de participar como ponente de un Coloquio en Praga sobre santa Teresa de Jesús. Tal vez sirva de excusa a esta doblez que mi amigo ateo de la juventud intenta invitarme, cuando puede, a disertar sobre algún tema espiritual. Aprecia en mí, que siempre he creído en la Autoridad, el que jamás haya logrado caer simpático a las autoridades. Quizás por una sorprendente asociación la autora de las Moradas, por cuya escritura él siempre se ha sentido atraído, nos ha dado la ocasión otra vez de cenar en una hospoda, acudir a un concierto y hablar sin descanso. ¿Es necesario añadir que mi amigo, veinticinco años atrás, me descubrió Cavalcanti?

martes, 10 de noviembre de 2015

La Cartuja ausente.



Monasterio cartujo cabe Roma,
Karol Telepy (1858)

Hace un par de semanas hube de participar con una ponencia en un Congreso sobre la Cartuja. Rompía así con una decisión que había tomado unos cuantos años atrás. La organización de este tipo de actos, en el mundo de las humanidades y de las ciencias sociales (con perdón), es ya, sin tapujos, un gran fraude aceptado como tal por la “comunidad académica”, si así puede todavía llamársela.

martes, 11 de agosto de 2015

El pedagogo flipao.



The Orgy,
William Hogarth (1735)

Con mi amigo germanófilo he acudido hace unas semanas a una jornada de innovación docente, comisariada por nuestra Universidad, que, con la excusa de formar al profesorado en las competencias digitales, ha sido aprovechada para hacer campaña en favor del método “flipped” o “inverso”. El lema era paradigmático: to share, to think, to innovate. No sé si por ello al escribir "teacher" en una web de arte me ha salido el cuadro La orgía de William Hoggarth como uno de los resultados principales.

martes, 11 de noviembre de 2014

Maurice Blanchot, Orfeo mudo.



Black on Maroon,
Mark Rothko (1958)


Encaro esta entrada con temor, sin temblor. He logrado convencer a un discípulo –qué rara se me hace esta palabra− para que se ejercite en la tarea, inútil y casi irresponsable hoy en día, de realizar una tesis doctoral. Y además, siendo ambos católicos, sobre Maurice Blanchot (1907-2003). Supongo que leerá estas líneas lamentándose de haber escogido tan mal. A su director, claro. Pero como sus mejores páginas las ha dedicado, entusiasta pero no apologeta, a la mirada órfica de Blanchot, me siento extrañamente obligado a intentar aclarar (¿a quién?: ¿a un posible lector?, ¿a él?, ¿a mí?) cómo (dejan de) significar mis inclinaciones blanchotianas.

martes, 10 de septiembre de 2013

Neofeudalismo y Universidad.





Ha estado de moda entre los progres norteamericanos –véase el Huffington Post− denunciar una conspiración de determinados grupos de republicanos y de cristianos evangélicos para facilitar la expansión de un sistema de poder de las grandes corporaciones que, a través de estrategias financieras, políticas y policiales, reducirían a ceniza el modelo de ciudadanía surgido de las grandes revoluciones del siglo XVIII. Se intentaría lograr así que renaciese un modelo de vasallaje y servidumbre como el del feudalismo medieval.

Güelfo como soy, de un partido ciudadano y siempre escatológico, siento también aversión por un sistema opresivo que inundó Europa de toda suerte de herejías, las cuales, cínicamente, gozan ahora de un gran predicamento: cátaros y valdenses… Como santo Domingo de Guzmán, habría que volver a combatir estos nuevos errores con la búsqueda de la verdad mediante el estudio, la contemplación y la pobreza apostólica.

Obviamente, ninguna de estas características puede encontrarse en la Universidad actual española, en la cual el corporativismo fascistoide del último medio siglo XX está dando paso a marchas forzadas a un neofeudalismo capitalista en el que términos tan horribles fonéticamente como gobernanza, liderazgo y emprendeduría funcionan como sinónimos de vasallaje, investidura y encomienda.

El viejo catedrático franquista, lo fuese o no –franquista se sobreentiende-, era señor de horca y cuchillo. Aquel sistema de cooptación era brutal y degradante. Los ayudantes y doctorandos solían darse de cuchilladas para demostrar al jefe de la mesnada en quiénes podía confiar. Astutos y crueles como eran, en su mayoría, tras la revuelta de los PNNs de la que procedían sus ascensos, aquellos catedráticos descubrieron que había que desgastar a sus peones aún más para que no pusiesen en peligro real su poder.

En el campo de letras, por ejemplo, frente a las esperanzas que pudieran albergar muchos profesores de instituto, la selección del profesorado asociado no era una vía de acceso al cuerpo docente universitario sino una táctica de obstrucción de una auténtica formación de profesorado universitario entre los alumnos jóvenes más brillantes y ambiciosos. El consuelo de una plaza asociada era, en el fondo, un sobresueldo, un aumento de la cotización social y, en aquellos que pudieran conservar cierta pureza, la fantasía de estar aireándose intelectualmente.

Por otra parte, los programas de becas y de contratos postdoctorales, basados en conceptos tan flexibles para los comités de selección como méritos y excelencia, se convertían en una guerra de desgaste en las trincheras de los cuales salían airosos, pero con toda suerte de mutilaciones, los más resistentes y, a veces, los mejores. El sistema, que tenía sus beneficios y que aumentó la cantidad -¿la calidad?- de la enseñanza y del producto investigador bruto, alcanzó su clímax hace una década y ahora está a punto del colapso multiorgánico, una vez que ha saltado hecho pedazos la estructura corporativista que daba a los Departamentos los instrumentos para equilibrar y desactivar aquellas luchas que solían esconder una mediocridad desesperada. 

Las Agencias de Calidad, ahora tambaleantes, han sido, en este sentido, auténticas maquinarias de control y de represión con el objetivo (como se derriten al proclamarlo sus creyentes más fervorosos) de provocar un cambio de paradigma que haga desaparecer cualquier jerarquía del saber en beneficio de no se sabe bien qué competencias que, como un lenguaje eleusino, sólo dominan los metodólogos.

Los Grupos de Investigación se han convertido en pequeños ejércitos privados, fuera de control, que deben servir los intereses industriales, comerciales o políticos de sus fuentes de financiación. Los Investigadores Principales son caudillos que deben esforzarse por mantener sus equipos tanto mediante la consecución de unos objetivos científicos determinados como por la argumentación de la utilidad de futuros resultados que aseguren la inversión y la protección de los nuevos reyes, duques o condes. Con un poco de suerte, llegarán incluso a convertirse en los nuevos barones de una época multimedia, como, por ejemplo, un Valentín Fuster.

Es el resultado del famoso proceso de Bolonia, la oportunidad de oro de esas fábricas del mal que se hacen llamar escuelas de negocios. Ellas vieron la oportunidad de aumentar su cotización apropiándose de la “Universidad”. No es que se hayan hecho universitarios, sino que se han apropiado de ella como si fuera una marca para los experimentos sociales y económicos de una nueva potestad infernal: Administración y Dirección de Empresas. Sus adeptos cursan MBAs, auténticos impuestos revolucionarios, para engrosar la lista de los nuevos comisarios políticos del capitalismo.

Los industriales y los empresarios crean riqueza material; los intelectuales solían distribuirla espiritualmente. Los unos y los otros mejoraban con no pocos esfuerzos, injusticias y hasta retrocesos, la sociedad. Ahora, los primeros han sucumbido al chantaje; los segundos le han cogido el gusto a prostituirse por una recompensa bien magra: convertirse en mercenarios de estos nuevos señores feudales con la esperanza, como he dicho, de que en algún momento puedan ennoblecerse. Los ADE se limitan, con frenesí, a especular con toda riqueza cuyos activos se disuelven, en forma de conocimientos, en las plusvalías de las competencias.

En esos laboratorios federales en que se han convertido las Universidades privadas, las diferencias salariales pueden ser enormes dentro de una misma categoría académica. Al profesorado se le exige en cambio acreditaciones, tramos, proyectos de financiación aún con más placer explotador que a los todavía protegidos miembros de la universidad pública que, no obstante, ven crecer como células cancerosas en su interior las mismas tácticas y los objetivos de aquellos que se llenan la boca de "divinas palabras" como eficiencia y transparencia.  El concepto clave es la rentabilidad financiera, que no se reduce tan sólo a obtener beneficios económicos, sino a entablar una red perfecta de explotación económica y de control intelectual y moral aparentemente asépticos.

El profesorado ya no competirá por una plaza, sino por no perder el pequeño contrato que, con dificultad, ha logrado arrancar. Las condiciones laborales son las de un desclasado. Se lucha por obtener buenas puntuaciones en las encuestas del alumnado, confiando en que a finales del mes de julio te renueven el contrato. Se publica a peso y con la mirada puesta en los ránkings para asegurar los sexenios. Se desea formar parte del cuerpo evaluador de las agencias de calidad, auténticas Dietas medievales, para asegurar lealtades y temores ante un futuro tan incierto como ciego.

Detalle de La Flagelación,
fra Angelico
Soy un güelfo exiliado y enfermo de malaria. Las que deberían ejercer de contrapeso humanístico, las Facultades eclesiásticas, viven, de facto, bajo las consecuencias de un cisma como el de Aviñón. No saben si están, se quedan o están regresando. ¿Dónde, adónde? Con diversos grados, sin excepción, tampoco lo sé. Me quedo, entretanto, atento al séptimo modo de orar que, según se recoge al final de la Vita S. Dominici de fray Teodorico de Apolda, practicaba frecuentemente santo Domingo:


"Oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, muy levantadas y unidas entre sí o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo. Se cree que entonces se aumentaba la gracia en él y era arrebatado en espíritu. Pedía a Dios para la Orden que había fundado los dones del Espíritu Santo, y agradable deleite en la práctica de las bienaventuranzas. Pedía para sí y para los frailes mantenerse devotos y alegres en la muy estricta pobreza, en el llanto amargo, en las graves persecuciones, en el hambre y sed grandes de justicia, en el ansia de misericordia; pedía, de igual modo, mantenerse devotos y alegres en la guarda de los mandamientos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos".


Soberbia y avaricia. Aviñón y Bolonia.


lunes, 24 de septiembre de 2012

La pedagogía según Bolonia: "un objet trouvé"





En 1917 Marcel Duchamp envió a un salón artístico en Nueva York, en que participaba como responsable del comité de selección, una obra llamada Fuente, que era (no representaba) un urinario girado 90º, con la firma de R. Mutt y la fecha del evento. El escándalo fue tan mayúsculo que se prohibió exponerla. Fue conocida a través de la fotografía y de la reseña de la exposición que aparecieron –oh, ironía- en una revista titulada The Blind Man. Extraviada poco tiempo después, se ha convertido en una referencia teórica del arte del siglo XX.

Resumo muy brevemente qué singularidad se ha atribuido a este ready-made u objet trouvé. Según Duchamp, lo que en él se alteró fue el valor de uso. Su autor “lo eligió” para que desempeñara una función distinta de la prevista. “Creó un pensamiento nuevo para ese objeto”, sostuvo Duchamp sobre su heterónimo Mutt. Sobre la acusación de plagio, se defendió con una boutade: “Las únicas obras de arte que Norteamérica ha producido son la fontanería y los puentes”.

De la onda expansiva de bombas como esta, el concepto de cultura humanista ha quedado hecho trizas. Si, materialmente, la Fuente hubiese perdurado y algún gracioso hubiera querido jugar a iconoclasta, lo único que habría conseguido es que el urinario le hubiese devuelto pantalones abajo su meada, con perdón (fíjense los lectores en la posición del tubo). El rigor humorístico de Duchamp es implacable.


Pedagogía ready-made


Los pedagogos postmodernos, que brotaron como hongos del 68, comprendieron que las esperanzas de un “hombre nuevo” habían resultado aterradoras. Considerando que la cultura humanista era una estafa piramidal (promete beneficios que sólo han visto los dueños de las reglas del juego), debieron de pensar –marxistas cansados de serlo- que ya era hora de usufructuar las plusvalías de unos valores en quiebra. Es cierto que, en la consecución de sus objetivos, no habrían tenido el éxito que han tenido si tantos y tantos filósofos, filólogos, historiadores, etc, no les hubieran confiado con mucho entusiasmo sus ahorros. De estas inversiones ha surgido esa megacorporación llamada Bolonia. Colegas, el futuro en nuestras manos al son de dos palabras mágicas: innovación y excelencia.

Si en el siglo XIII la Universidad de Bolonia plantó las bases de la modernidad occidental, parecía que en el siglo XXI el Plan de Bolonia nos iba a abrir las puertas de la postmodernidad postoccidental. Aunque al proyecto boloñés se le ha hecho sobre todo una crítica económica por la mercantilización de la Universidad, nos hemos olvidado de la parte estética. Bolonia es al conocimiento lo que el urinario de Duchamp al arte clásico. Azotados por las crisis derivadas de la burbuja tecnológica y de la burbuja inmobiliaria, falta todavía que nos estalle la burbuja educativa.

Pensemos en la alteración que sufrieron todos los elementos del proceso comunicativo a raíz del ready-made de Duchamp y comparémoslos con Bolonia. En primer lugar, un objeto en serie reemplaza a un objeto artesanal: el urinario de cerámica a una escultura de mármol. Bien, en Bolonia, los conocimientos son sustituidos por competencias; es decir, un power-point en lugar de una clase magistral. 

Si el urinario de Duchamp desaparece y sólo queda la fotografía, analógicamente el power-point se convierte en una actividad colgada en Moodle dentro de la carpeta “aprender a aprender”.  Por tanto, al igual que en el caso de Duchamp el autor es R. Mutt, para la nueva Bolonia el profesor, el maestro, debe ser llamado agente docente, el cual, entre otros posibles, desempeña su papel dentro de la acción educativa.

De todos modos, si nuestro acceso al urinario no es a través del autor Duchamp sino del fotógrafo y de la reseñadora, ahora el filósofo, el filólogo o el geógrafo deben dejar el paso al “metodólogo” que es quien conoce el modo de aplicar las nuevas técnicas que pongan al alcance de los clientes (uy, quiero decir del alumnado) las competencias de los otros. 

Por último, el espectador de la exposición de Duchamp no accede a la obra sino a través del hombre ciego que documenta su existencia. Igualmente, el alumnado cliente accederá, mediante los sistemas de garantía interna de la calidad de cada centro universitario, al simulacro fantasmal de conocimiento que cabría denominar tecnohumanismo en serie.

Hagan la prueba de ser iconoclastas. Unas tuberías transversales generarán las suficientes sinergias entre el ready-made de los estudios humanísticos y las lagunas que se pueden formar a sus pies.  Después de haber pagado un buen pico por la entrada, puede que usted exclame: “¡Esto es una tomadura de pelo!”.  Pero será porque no entiende la complejidad del mensaje artístico postmoderno. A diferencia de ciertos pedagogos, Duchamp sí sabría reírse: “las únicas obras de arte que la Pedagogía ha producido son la metodología y los aplicativos”.