Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.
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viernes, 14 de septiembre de 2018

Eclesiolatría.



Bonifacio VIII proclama el Jubileo de 1300,
Giotto (1300)

En las conversaciones esporádicas que mi heterónimo mantiene con Daniel Capó se consuelan mutuamente de la velocidad desencadenada de los acontecimientos actuales. Melancólico, Capó observa que el orden liberal de la posguerra mundial se ha colapsado y que su sistema de equilibrios, incluidos los culturales, está en derribo por la acción confluente de fuerzas revolucionarias que podrían entenderse casi en un sentido apocalíptico.

viernes, 4 de agosto de 2017

La fuerza del silencio.



San Bruno y sus compañeros se encaminan a la Chartreuse,
Manuel Bayeu y Subías (2º mitad siglo XVIII)

El silencio no es el exilio de la Palabra. Es el amor de la Palabra única. La abundancia de palabras, por el contrario, es el síntoma de la duda. La incredulidad siempre es charlatana” (Cardenal Robert Sarah, La fuerza del silencio).


Emprendo con ciertos escrúpulos esta reseña de La fuerza del silencio (Madrid, 2017), el nuevo libro del Cardenal Robert Sarah (1945), Prefecto de la Congregación para el Culturo Divino y la Disciplina de los Sacramentos, con el periodista Nicolas Diat. El Cardenal Sarah, de quien el papa emérito Benedicto XVI, en el epilogo a la edición inglesa, ha elogiado su tarea al frente de la Congregación, ha escrito un formidable alegato espiritual en favor del silencio frente a la dictadura del ruido en la sociedad actual, la cual advierte en aquel un enemigo tanto más temible por invencible en su propia naturaleza.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Cardenal Martini, en la memoria blanca



Los dos gallos digitales de la información religiosa en España han escrito la necrológica del cardenal Martini con dos estilos más antagónicos incluso que sus propias posturas eclesiales. A mí sigue sonrojándome esa autocomplacencia aduladora que el progresismo (ex)clerical español, como el de José Manuel Vidal (pulse aquí), perpetra sin mesura cada vez que tiene la oportunidad de recordar las viejas batallas perdidas. De la Cigoña, maestro del sarcasmo cañí, se muestra extrañamente contenido, con el rabillo del ojo más puesto en Vidal que en el finado (pulse aquí). Enlaza una serie de páginas que recuerdan muy críticamente las posturas defendidas por el arzobispo emérito de Milán durante los últimos años.

Las opiniones de Martini sobre temas polémicos como investigación genética, parejas homosexuales, relaciones prematrimoniales, celibato opcional o sacerdocio femenino han levantado polvaredas. Tengo para mí que, cuando las expresaba, hablaba más como jesuita que como cardenal, aunque supiera que lo uno y lo otro eran en su vida indisociables. Pero, a fin de cuentas, jesuita lo era por vocación. Para hacer gala de ello, como la anécdota ha transmitido, a la pregunta por qué bebida martini le gustaba más, contestó: “Sono rosso, non bianco”. Los cándidos, es decir, los blancos, nos quedamos a cuadros, porque en estas tierras nuestras la alternativa es el aguardiente.

Le admiré. Cuando era joven, leía sus libros divulgativos sobre el evangelio de Lucas y Juan, o sobre los Ejercicios espirituales, con un entusiasmo que luego se me fue enfriando ante su mayor radicalidad, en una sociedad en que hay que decirlas bien gruesas para atraer la atención. En ellas vislumbraba la manifestación de una elegancia intelectual jesuítica que necesita seguir despertando un halo de admiración. Seguro que soy injusto, pero en el Martini de los últimos años no podía evitar ver un personaje a contrapelo de película de Lucchino Visconti. En su vida beata, tal como Gil de Biedma deseaba en un poema, vivía como un noble arruinado entre las ruinas de su inteligencia. Una inteligencia excepcional, deslumbrante.

Lo suyos fueron grandes maestros. Ellos, en cambio, no han tenido grandes discípulos. Descanse en paz.