Los dos gallos digitales de la información religiosa en
España han escrito la necrológica del cardenal Martini con dos estilos más
antagónicos incluso que sus propias posturas eclesiales. A mí sigue
sonrojándome esa autocomplacencia aduladora que el progresismo (ex)clerical
español, como el de José Manuel Vidal (pulse aquí), perpetra sin mesura cada vez que tiene
la oportunidad de recordar las viejas batallas perdidas. De la Cigoña, maestro
del sarcasmo cañí, se muestra extrañamente contenido, con el rabillo del ojo más
puesto en Vidal que en el finado (pulse aquí). Enlaza una serie de páginas que recuerdan muy
críticamente las posturas defendidas por el arzobispo emérito de Milán durante
los últimos años.
Las opiniones de Martini sobre temas polémicos como investigación
genética, parejas homosexuales, relaciones prematrimoniales, celibato opcional o
sacerdocio femenino han levantado polvaredas. Tengo para mí que, cuando las
expresaba, hablaba más como jesuita que como cardenal, aunque supiera que lo
uno y lo otro eran en su vida indisociables. Pero, a fin de cuentas, jesuita lo
era por vocación. Para hacer gala de ello, como la anécdota ha transmitido, a la pregunta por qué bebida martini
le gustaba más, contestó: “Sono rosso, non bianco”. Los cándidos, es decir, los
blancos, nos quedamos a cuadros, porque en estas tierras nuestras la
alternativa es el aguardiente.
Le admiré. Cuando era joven, leía sus libros divulgativos
sobre el evangelio de Lucas y Juan, o sobre los Ejercicios espirituales, con un
entusiasmo que luego se me fue enfriando ante su mayor radicalidad, en una sociedad
en que hay que decirlas bien gruesas para atraer la atención. En ellas vislumbraba la manifestación de una elegancia intelectual jesuítica que
necesita seguir despertando un halo de admiración. Seguro que soy injusto, pero
en el Martini de los últimos años no podía evitar ver un personaje a contrapelo de película de Lucchino Visconti. En su vida beata, tal como Gil de Biedma
deseaba en un poema, vivía como un noble arruinado entre las ruinas de su
inteligencia. Una inteligencia excepcional, deslumbrante.
Lo suyos fueron grandes maestros. Ellos, en cambio, no han
tenido grandes discípulos. Descanse en paz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario