Ha estado de moda entre los progres norteamericanos –véase
el Huffington Post− denunciar una conspiración de determinados grupos de republicanos y de cristianos
evangélicos para facilitar la expansión de un sistema de poder de las grandes
corporaciones que, a través de estrategias financieras, políticas y policiales,
reducirían a ceniza el modelo de ciudadanía surgido de las grandes revoluciones
del siglo XVIII. Se intentaría lograr así que renaciese un modelo de vasallaje y servidumbre como el
del feudalismo medieval.
Güelfo como soy, de un partido ciudadano y siempre escatológico,
siento también aversión por un sistema opresivo que inundó Europa de toda
suerte de herejías, las cuales, cínicamente, gozan ahora de un gran
predicamento: cátaros y valdenses… Como santo Domingo de Guzmán,
habría que volver a combatir estos nuevos errores con la búsqueda de la verdad
mediante el estudio, la contemplación y la pobreza apostólica.
Obviamente, ninguna de estas características puede
encontrarse en la Universidad actual española, en la cual el corporativismo
fascistoide del último medio siglo XX está dando paso a marchas forzadas a un
neofeudalismo capitalista en el que términos tan horribles fonéticamente como
gobernanza, liderazgo y emprendeduría funcionan como sinónimos de vasallaje,
investidura y encomienda.
El viejo catedrático franquista, lo fuese o no –franquista
se sobreentiende-, era señor de horca y cuchillo. Aquel sistema de cooptación
era brutal y degradante. Los ayudantes y doctorandos solían darse de cuchilladas
para demostrar al jefe de la mesnada en quiénes podía confiar. Astutos y
crueles como eran, en su mayoría, tras la revuelta de los PNNs de la que
procedían sus ascensos, aquellos catedráticos descubrieron que había que
desgastar a sus peones aún más para que no pusiesen en peligro real su poder.
En el campo de letras, por ejemplo, frente a las esperanzas
que pudieran albergar muchos profesores de instituto, la selección del
profesorado asociado no era una vía de acceso al cuerpo docente universitario
sino una táctica de obstrucción de una auténtica formación de profesorado
universitario entre los alumnos jóvenes más brillantes y ambiciosos. El consuelo
de una plaza asociada era, en el fondo, un sobresueldo, un aumento de la
cotización social y, en aquellos que pudieran conservar cierta pureza, la
fantasía de estar aireándose intelectualmente.
Por otra parte, los programas de becas y de contratos
postdoctorales, basados en conceptos tan flexibles para los comités de
selección como méritos y excelencia, se convertían en una guerra de desgaste en
las trincheras de los cuales salían airosos, pero con toda suerte de mutilaciones,
los más resistentes y, a veces, los mejores. El sistema, que tenía sus
beneficios y que aumentó la cantidad -¿la calidad?- de la enseñanza y del
producto investigador bruto, alcanzó su clímax hace una década y ahora está a punto del colapso multiorgánico, una vez que ha saltado hecho pedazos la
estructura corporativista que daba a los Departamentos los instrumentos para
equilibrar y desactivar aquellas luchas que solían esconder una mediocridad
desesperada.
Las Agencias de Calidad, ahora tambaleantes, han sido, en este sentido, auténticas maquinarias de control y de represión con el objetivo (como se derriten al proclamarlo sus creyentes más fervorosos) de provocar un cambio de paradigma que haga desaparecer cualquier jerarquía del saber en beneficio de no se sabe bien qué competencias que, como un lenguaje eleusino, sólo dominan los metodólogos.
Las Agencias de Calidad, ahora tambaleantes, han sido, en este sentido, auténticas maquinarias de control y de represión con el objetivo (como se derriten al proclamarlo sus creyentes más fervorosos) de provocar un cambio de paradigma que haga desaparecer cualquier jerarquía del saber en beneficio de no se sabe bien qué competencias que, como un lenguaje eleusino, sólo dominan los metodólogos.
Los Grupos de Investigación se han convertido en pequeños ejércitos privados, fuera de control, que deben
servir los intereses industriales, comerciales o políticos de sus fuentes de
financiación. Los Investigadores Principales son caudillos que deben esforzarse
por mantener sus equipos tanto mediante la consecución de unos objetivos científicos determinados como por la argumentación de la utilidad de futuros resultados que aseguren la
inversión y la protección de los nuevos reyes, duques o condes. Con un poco de
suerte, llegarán incluso a convertirse en los nuevos barones de una época multimedia,
como, por ejemplo, un Valentín Fuster.
Es el resultado del famoso proceso de Bolonia, la
oportunidad de oro de esas fábricas del mal que se hacen llamar escuelas de
negocios. Ellas vieron la oportunidad de aumentar su cotización apropiándose de
la “Universidad”. No es que se hayan hecho universitarios, sino que se han
apropiado de ella como si fuera una marca para los experimentos sociales y
económicos de una nueva potestad infernal: Administración y Dirección de
Empresas. Sus adeptos cursan MBAs, auténticos impuestos revolucionarios, para
engrosar la lista de los nuevos comisarios políticos del capitalismo.
Los industriales y los empresarios crean riqueza material;
los intelectuales solían distribuirla espiritualmente. Los unos y los otros
mejoraban con no pocos esfuerzos, injusticias y hasta retrocesos, la sociedad.
Ahora, los primeros han sucumbido al chantaje; los segundos le han cogido el
gusto a prostituirse por una recompensa bien magra: convertirse en mercenarios
de estos nuevos señores feudales con la esperanza, como he dicho, de que en algún momento
puedan ennoblecerse. Los ADE se limitan, con frenesí, a especular con toda
riqueza cuyos activos se disuelven, en forma de conocimientos, en las
plusvalías de las competencias.
En esos laboratorios federales en que se han convertido las
Universidades privadas, las diferencias salariales pueden ser enormes dentro de
una misma categoría académica. Al profesorado se le exige en cambio acreditaciones,
tramos, proyectos de financiación aún con más placer explotador que a los
todavía protegidos miembros de la universidad pública que, no obstante, ven
crecer como células cancerosas en su interior las mismas tácticas y los objetivos
de aquellos que se llenan la boca de "divinas palabras" como eficiencia y transparencia.
El concepto clave es la rentabilidad
financiera, que no se reduce tan sólo a obtener beneficios económicos, sino a
entablar una red perfecta de explotación económica y de control intelectual y
moral aparentemente asépticos.
El profesorado ya no competirá por una plaza, sino por no
perder el pequeño contrato que, con dificultad, ha logrado arrancar. Las condiciones
laborales son las de un desclasado. Se lucha por obtener buenas puntuaciones en
las encuestas del alumnado, confiando en que a finales del mes de julio te
renueven el contrato. Se publica a peso y con la mirada puesta en los ránkings
para asegurar los sexenios. Se desea formar parte del cuerpo evaluador de las
agencias de calidad, auténticas Dietas medievales, para asegurar lealtades y
temores ante un futuro tan incierto como ciego.
Detalle de La Flagelación, fra Angelico |
"Oraba con las manos elevadas sobre su cabeza, muy levantadas y unidas entre sí o bien un poco separadas, como para recibir algo del cielo. Se cree que entonces se aumentaba la gracia en él y era arrebatado en espíritu. Pedía a Dios para la Orden que había fundado los dones del Espíritu Santo, y agradable deleite en la práctica de las bienaventuranzas. Pedía para sí y para los frailes mantenerse devotos y alegres en la muy estricta pobreza, en el llanto amargo, en las graves persecuciones, en el hambre y sed grandes de justicia, en el ansia de misericordia; pedía, de igual modo, mantenerse devotos y alegres en la guarda de los mandamientos y en el cumplimiento de los consejos evangélicos".
Soberbia y avaricia. Aviñón y Bolonia.
A veces me pierdo, porque no conozco la universidad por dentro, pero en lo que sigo, oh, cuánto lo comparto, y en lo que no sigo, me fío de Cavalcanti, naturalmente. Gracias.
ResponderEliminarEs lo que pasa con la Universidad, querido Enrique. Está en manos de iniciados eleusinos, es decir, de paganos e idólatras. Un ejemplo: en la apertura del curso académico en Cataluña hace una semana, se hizo entrega del Premio Jaume Vicens Vives (un humanista de los pies a la cabeza) -¡20000! euracos de botín, forastero- a un grupo de ESADE por el proyecto de innovación docente titulado "Integración curricular modular e interdisciplinaria centrada en la evaluación longitudinal de competencias". Al lado de esto, Marinetti es un aprendiz. Pero consuela que un güelfo como tú visite a un güelfo que teme delirar como este pobre Cavalcanti. Gracias.
ResponderEliminarMe copio el título del, ejem, proyecto de innovación docente, para reírnos en los penumbrosos conciliábulos de la resistencia.
ResponderEliminarReír para no llorar. En ciertas universidades, si uno no presenta un proyecto estilo "Programa nodular del valor métrico en el uso de las TIC. Un análisis competencial aplicado a aularios de enseñanza secundaria", no le dan ni un euro para estudiar poesía; con un poco de suerte, recibe miradas de burlona conmiseración. Es cuando a un güelfo se le afila el rostro en forma de anarquista tolstoiano. Así salen los trabajos de investigación de bachillerato, con géneros como "Mi bisabuelo estuvo en la Legión Cóndor" o "Mi tío tatarabuelo está enterrado en el Valle de los Caídos", u otro que es especialmente fecundo: "Análisis estadístico de los enclíticos en el Canto General de Pablo Neruda". Entonces siempre me acuerdo de las "Lecciones de Historia" de Miguel d'Ors.
ResponderEliminarEntrada ya compartida en https://www.facebook.com/FenomenologiaYFilosofiaPrimera
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