The Orgy, William Hogarth (1735) |
Con mi amigo germanófilo he acudido hace unas semanas a una jornada de
innovación docente, comisariada por nuestra Universidad, que, con la excusa de
formar al profesorado en las competencias digitales, ha sido aprovechada para
hacer campaña en favor del método “flipped” o “inverso”. El lema era paradigmático: to share, to think, to innovate. No sé si por ello al escribir "teacher" en una web de arte me ha salido el cuadro La orgía de William Hoggarth como uno de los resultados principales.
Como mi amigo me ha nombrado “el cronista de la catástrofe”
procuraré ser objetivo. Bien lo dice él: “No nos van a dejar ni lágrimas para
llorar”. Por ello, hemos acuñado un verbo que quiere describir nuestra misión
universitaria –y también, ay, eclesial−: “felicear”, cuya voz pasiva es “ser
feliceado/a”. Así que me propongo encarar esta entrada para
mis lectores con intención performativa. Os aseguro que nos felicearemos.
El punto de partida es el siguiente. Desechada por
reaccionaria la clase magistral, símbolo de todos los males autoritarios y
retrógrados que afligen a la educación en cualquier nivel y a cualquier edad,
todos y todas los y las agentes docentes debemos comprometernos a profundizar colaborativamente,
en un bucle de feedback democrático, en el proceso de aprendizaje.
De esta manera ningún niño y ninguna niña aburrido o aburrida, entre los cinco y los noventa años, tendrán ya que mirar por la ventana del
aula pensando que allí fuera les espera la libertad o simplemente necesitarán malgastar su tiempo dibujando crestería o escribiendo poemas.
Al alumnado que esté desmotivado con los nuevos procedimientos -si no, claro, el profesor deberá hacer autocrítica- se le detectará de inmediato algún
síndrome de atención deficiente, a elegir entre diversos acrónimos, y tendrá la inmensa
suerte de recibir, generosa y proactiva, la atención psicopedagógica que merece
su infelicidad. A esto se le llama cambio de paradigma. ¿Alguien
tiene algo que objetar? Me alegra que no sea así. Sobre todo, mucha
horizontalidad y mucho diálogo. Nos quieren propositivos, no renuentes,
¿entendido? Más fuerte, que no os oigo. Así me gusta, sonriendo.
Tras recibir un pico de fondos de investigación, un
trío nos presenta el resultado de una encuesta para profesorado
y alumnado de las universidades implicadas que había que responder mediante un
aplicativo informático implementado ad
hoc. Las respuestas del profesorado representan la cuarta parte de la plantilla
total, y la del alumnado no rebasa el 5%. Esta falta de compromiso, obviamente,
no altera el mapa de los resultados, ¿verdad? Yo argumentaría que falta “masa
crítica”, pero esta sólo tiene que ver con los números de nuestras absurdas
facultades de letras… A lo importante. Apuntad la palabra clave: word cloud. Un ejemplo: 8 respuestas
abogan por la desaparición del papel a favor de las tablets. Conclusión: el
futuro está en las tablets.
El Manitú valora que el alumnado considere muy positiva la relación con el profesorado, pero le encoge el corazón que no emerja como relación entre iguales, dado el bajo nivel docente en simulaciones, redes y herramientas sociales y –confieso mi pecado de desconocer el contenido del término− ramificaciones. ¡Hay que ponerse las pilas! Que al 45% del 5% le resulte indiferente la modalidad on-line es un detalle sin importancia.
El Manitú valora que el alumnado considere muy positiva la relación con el profesorado, pero le encoge el corazón que no emerja como relación entre iguales, dado el bajo nivel docente en simulaciones, redes y herramientas sociales y –confieso mi pecado de desconocer el contenido del término− ramificaciones. ¡Hay que ponerse las pilas! Que al 45% del 5% le resulte indiferente la modalidad on-line es un detalle sin importancia.
Mi amigo germanófilo, que está enfrascado en la lectura de Terror y utopía de Karl Schlögel, me comenta que Stalin
lo había inventado todo. Sólo reconoce que nuestros neometapedagogos han
comprobado empíricamente que meter a la gente directamente en la Lubianka no
funciona del todo…
El maestro de escuela, Jan Steen (1663-1665) |
Seguimos con una flipped conference.
El público interactúa con el clásico panel de conferenciantes, que hablan sucesiva y mecánicamente, a través de una
aplicación que le permite votar sobre temas tan decisivos como si es escalable
(sic) la excelencia académica o si son preferibles los MOOC o los SPOC. Los twits
se suceden sobre una pantalla con el dinamismo de esos interrogantes tan ejemplares
que sirven para demostrar que existimos virtualmente en menos de 140
caracteres. A mí el que más me gusta es el twit de la corporación social de una
universidad participante que nos comunica que invierte, por solidaridad
internacional, en SPOCS para refugiados.
Por la tarde asistimos a dos talleres en que se nos
introduce a cómo proceder a proceder con herramientas sociales. En esta
pedagogía de la inversión, el homo
sapiens debe reconocer su derrota ante el homo faber, más adaptado al medio. Reconozco, sin pizca de ironía y con admiración, que el entusiasmo de
la pareja que imparte el taller de flipped
classroom o cómo dar la vuelta a tu clase me emociona porque se lo toman en
serio, con una profesionalidad que trasluce una fe en el papel de la enseñanza que
no había visto en toda la jornada.
Primero enumeran todas las herramientas que están a nuestra
disposición para crear vídeos o audios o postear por correo a través del móvil.
Nos lo ejemplifican con la aplicación para el aula kahoot que, reducida al absurdo, es aprender, pulsando el color
correspondiente en tu PC, si fue Velázquez, Goya, Rembrandt o ninguno de los
tres anteriores quien pintó Les
mademoiselles d’Avignon.
Los participantes nos afanamos por ser quien responde más
rápido, de manera que nuestros nombres puedan colarse en el top five. Pienso en los refugiados, en todos los ordenadores
solidarios que necesitan y en que, para adquirir tantas competencias, lo
fundamental que deben aprender es que hay que competir, sin necesidad de argumentar ni de narrar, sino de ser hábiles desenfundando el teclado. Me callo porque veo tan
ilusionada a la pareja docente que debo reconocerles su éxito con un aplauso…
“El Pedagogo es educador, no experto, no teórico; su objetivo es la mejora del alma, no la enseñanza, como guía que es de una vida virtuosa, no erudita. Aunque el mismo Logos es también maestro, no lo es todavía. El Logos-Maestro expone y revela las verdades dogmáticas; el Pedagogo, en cambio, en tanto que práctico, nos ha exhortado primero a llevar una vida moral, y nos invita ya a poner en práctica nuestros deberes dictando los preceptos que deben guardarse intactos y mostrando a los hombres del mañana el ejemplo de quienes antes han errado su camino. […] De esto se sigue la curación de las pasiones. El Pedagogo, con ejemplos consoladores, fortalece el alma; y como si de dulces remedios se tratara, con sus preceptos, llenos de calor humano, cuida a los enfermos conduciéndoles hacia el perfecto conocimiento de la verdad. Salud y conocimiento no son lo mismo; aquella se obtiene por la curación; éste, en cambio, por el estudio”.
(San Clemente de Alejandría, El Pedagogo)
Irredento, sigo empecinado en creer que enseñar es aprender a (que
falta) aprender en el camino hacia la verdad. En el paréntesis escondo mi salvación. ¿Será posible injertar en el árbol del conocimiento un esqueje del árbol de la Vida?
Genial. Me he partido de risa. Todo y toda es un puro disparate y disparata.
ResponderEliminarAl menos que los pedagogos, que suelen tener el sentido del humor de los oficiales del KGB, no nos quiten las lágrimas para reír, mientras podamos resistir... Y eso que temí que en algún momento nos espetaran: "Ustedes dos que tanto se ríen; cuéntennoslo en voz alta, para que tod@s podamos reírnos"...
EliminarCon su permiso, he nombrado a San Clemente de Alejandría, patrón del vintagismo educativo: https://www.facebook.com/NodosEle
EliminarFelicísima la expresión "ser feliceado". Me la apropio
ResponderEliminarMaestro admirado, que San Clemente nos ampare.
ResponderEliminarPor aclamación, San Clemente, patrono. ¡Mil gracias por el enlace!
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