Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

viernes, 5 de octubre de 2018

Humanismo «monástico».



Vie de saint Denis,
Manuscrito iluminado - BNF Fr 2090 (1317)

En Compostela, invitado por Ángel Ruiz, mi heterónimo ha intervenido como ponente en unas Jornadas de Humanismo español. Entre largas conversaciones con amistades próximas y lejanas, de una intensidad extraña al alcanzar la madurez, más si se trata de esta secreta vocación stilnovista y claravalense en la que intento perseverar a trompicones, he refrescado en odres nuevos unas antiguas notas que mantienen todavía, si no el saber, el sabor de una pasión intacta: la autoridad de la oración en el siglo XVI. De una manera inclinada e indirecta, el resplandor ausente de su poder ha bosquejado la intimidad a salto de mata, parcial y tenaz, de este blog. Frente a la dialéctica escolástica y ante la retórica humanista, los tonos matizados de la gramática monacal han procurado durante estos años concertar, que no sobreponer, estas entradas en una dispersa armonía. He aquí algunas de aquellas protoconclusiones…
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Es lugar común en la historiografía considerar que el Humanismo en su vertiente más característica provocó, como escribió Paul O. Kristeller, “un cambio total en la filosofía; pero no sólo respecto a las fuentes, sino también en el estilo, en la terminología y en los géneros” gracias a los ideales retóricos y culturales inspirados en los antecedentes clásicos. El humanismo constituiría la tendencia general de una época, el Renacimiento, en la que sus diversas corrientes (aristotélicas, neoplatónicas...) convivirían en una relación compleja y conflictiva con el vigente y cada vez menos dominante pensamiento escolástico de raíz medieval.

No pretendo retorcer el significado del Humanismo, sino llamar la atención sobre un hecho que proporcionará a la literatura espiritual del siglo XVI uno de los rasgos más definitorios de su conflictiva identidad: la dificultosa pero original asimilación de las ideas humanistas en el continuo de la tradición medieval con la que no quiso romper. En este sentido, su “deficiente” humanismo no impedirá que sus frutos sean renacentistas, de un modo idiosincrático, pero, al mismo tiempo, “eficiente” pues, a la larga, influirían decisivamente en la cultura europea.

Mi tesis se apoya en que los tradicionales tratados de meditación, los catecismos, las obras ascéticas y místicas en general, deben ser considerados géneros del sistema literario renacentista, tal como se configura y se recodifica en el siglo XVI. En este trasfondo la oración, que puede facilitar la comunicación directa con Dios, se convierte en un campo de batalla teológico, político y cultural, en el que las conquistas humanistas y la pervivencia evolucionada de una escolástica todavía creativa contribuyen a configurar lo que he denominado el Renacimiento espiritual, bajo el secreto y abundante caudal de la corriente monástica medieval, tal como ha sido descrita por Jean Leclercq en El amor a las letras y el deseo de Dios.

La recepción del agustinismo monástico, por caminos diversos, confluía con el ideario humanista en dos aspectos esenciales: retorno a las fuentes patrísticas (en especial también los Moralia de San Gregorio), así como el anhelo de una renovación espiritual de carácter interior. Les separaba, por supuesto, un aspecto decisivo: la actitud crítica del Humanismo al afrontar las consecuencias derivadas de los postulados anteriores. Los autores espirituales aceptarán la oración vocal y la autoridad escolástica con el fin de evitar enfrentamientos, indeseados por lo demás, con las autoridades eclesiásticas que, a la postre, constituían un símbolo que garantizaba la continuidad de una tradición. Si no cabe hablar, en sentido estricto, de humanismo monástico, podría reconocerse la condición de estos autores como hermanos menores de la tarea humanista. 

En suma, un fruto renacentista. Por un lado, quedaba afirmada, si no su oposición, la independencia del pensamiento monástico con respecto al ámbito escolástico. Desde un punto de vista teológico, compartía así la tendencia antiespeculativa humanística. Además, resaltaba su conciencia literaria, dejando abierta la puerta a la orientación mística que había determinado la obra de San Bernardo y la de los Cartujanos.

La discusión terminológica sobre la "oración" abre nuevas perspectivas para comprender la fluctuación, no sólo lingüística y espiritual, sino también política y cultural, entre las tendencias humanistas, escolásticas y monásticas de los escritores de tratados de meditación. Debajo del significado de oración, entendida como petición o devoción, se encuentran las raíces de una discusión de mayor alcance sobre el sentido de las potencias del alma (memoria, entendimiento y voluntad) y su posible aplicación a las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), como ya había planteado San Agustín en el Enchiridion sive de Fide, Spe et Charitate.

Bajo el magisterio de San Agustín, las ansias de una espiritualidad interior, afectiva más que intelectual, inspirada en la acción del Espíritu más que en las posibilidades del entendimiento humano, hallaban una vía que explorar. Aun con todas las contradicciones que se quieran señalar a esta tentativa, no por casualidad para los humanistas la Escuela de San Víctor había formado un oasis en medio de la supuesta "barbarie" medieval.

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… Recorro las rúas compostelanas atestadas de peregrinos. Casi sin atender me escabullo por las sinuosas perpendiculares que se desvían del trazado turístico. Noto que me voy deshaciendo entre las piedras que refulgen con un raro brillo otoñal. Me sorprenden en los labios, nocturnas, unas palabras latinas: “Nunc dimittis servum tuum…”.




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