Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 26 de abril de 2016

Defensa de la santidad.



Ecce homo,
Andrea Mantegna (1500)

La semana pasada dejaba en el aire el desarrollo de la contraposición secular entre una exaltada ejemplaridad y la olvidada santidad, según las premisas implícitas de Filosofía mundana de Javier Gomá. Como tampoco lograré mi objetivo esta vez, me tendré que conformar con comprobar la causa de mis reticencias “teológicas” al planteamiento de fondo de este autor acudiendo a Necesario pero imposible (2013), el último volumen de su Tetralogía de la ejemplaridaden el que plantea "¿qué podemos esperar?" desde la perspectiva de una filosofía de la religión.

Jesús de Nazaret es la piedra de toque de esta pregunta que en los dos últimos siglos se ha articulado en torno al debate sobre el Jesús de la historia y el Cristo de la fe. De sus resultados, que sintetiza con especial inclinación por la línea que, entre católicos y protestantes, une a Rudolf Bultmann con Edward Schillenbeeckx, Gomá asume que, en términos mundanos, Jesús representa la figura ejemplar de la tensión histórica y escatológica que no cesa de perturbar a la conciencia de Occidente con la afirmación cristiana de su resurrección, la cual implica que Jesucristo, con sus heridas y sus llagas, volverá a este mundo a juzgar a vivos y a muertos para consumarlo en otra plenitud.

En el mundo occidental, en cambio, se da ya por descontado que nada hay aparte de este mundo. De aquí no se sale. Gomá se pregunta si es posible, y hasta humano, renunciar no a la posibilidad de otro mundo sino a quedar encerrados en la angustia de nuestra finitud, por lo que propone una vida más allá de la muerte que categoriza con los sintagmas "mortalidad prorrogada" o "suplemento de ser" .

Gomá quiere dejar abierta la posibilidad de una plenitud intramundana que la ejemplaridad apuntaría y que no puede ser descartada sólo por la crueldad caótica de la muerte. Para Gomá, a un hombre libre, autónomo y emancipado no puede sino repugnarle la idea de un Dios que se arrogue la extravagante pretensión de pedirle a su criatura “cuentas” de su vida. Puestos a aceptar un Dios pasivo, que permite el sufrimiento y la injusticia, lo menos que se le puede pedir es que sea compasivo.

No obstante, nuestro autor no se puede sustraer a la doble pregunta teológica que la figura histórica de Jesús plantea inevitablemente, pues, sin la fe de la Iglesia, el objeto de la búsqueda histórica carecería de relevancia: ese hombre, ¿es Dios?; ¿ha resucitado? Se responde que Jesús ni es Dios ni ha resucitado. En aras de poder justificar su propuesta de ejemplaridad, atempera esta negación partiendo de una doble premisa. La esperanza debe estar desvinculada de la promesa de eternidad, como la resurrección de Jesús no puede estar vinculada históricamente -y mucho menos escatológicamente- a su predicación del reino de Dios: “Jesús predicó una novedad inminente en la experiencia y Dios salió de su escondite para añadir a la realidad una esperanza más allá de la experiencia”. 

“Sólo la ejemplaridad es digna de fe”, dice Gomá violentado el título del libro de Hans Urs von Balthasar. Dios, ¿no es digno de amor? ¿Encarna Jesús simplemente una super-ejemplaridad? Dada su condición meramente humana, de lo único que sería digno el mejor de los hombres es de admiración. ¿Es el amor, pues, una pretensión excesiva, que, aunque respetable, no nos compromete ante la contemplación de la Cruz? Por más que duela, viene a decirnos Gomá, hay que reconocer que la predicación de un reino inminente de amor y de justicia acaba como una terrible equivocación fracasada. De hecho, Dios resucita a Jesús cuando el mal ya está hecho sólo para acreditar su ejemplaridad desacreditada por y ante el mundo.

Si quien encarna la ejemplaridad de modo excelso fracasa estrepitosamente, ¿qué sentido puede tener que otras personas defiendan la necesidad de proclamar el ejemplo como la virtud ciudadana por excelencia? Dios debe intervenir para compensar la desolación y evitar la disolución apocalíptica de cualquier sociedad que se precie de tal nombre. El cuerpo de Jesús se descompondrá en el sepulcro, pero lo que importa es que al menos él ha recibido una justificación de parte de ese Dios ignoto: “Ésta es la excepción. Y con todo, tampoco en este caso Dios altera el encadenamiento causal de la experiencia, sino que únicamente extrae del cadáver la figura de su cuerpo pneumático para después del mundo”. 

Aquí reside la contradicción esencial con la profesión de la fe cristiana. Creer en nombre de lo razonable en un cuerpo neumático que ni garantiza la vida eterna, descontada por impersonal, ni la resurrección de la carne, reducida a pura contingencia temporal, me parece una apuesta gnóstica, refinadísima aunque idolátrica. Tal resurrección no pasa de ser un fármaco que consuela y que, más que prorrogar la mortalidad, aplaza o palía la conciencia efectiva de una finitud que intenta zafarse de la conciencia de su estado de caída.

Gomá insiste en que Jesús Resucitado es él mismo pero no el mismo. Replico: no sin el mismo, con sus llagas y su costado traspasado, al partir el pan, es posible reconocerle como Él mismo. Una identidad despojada de su mismidad, de su encarnación histórica y de la huella que ha grabado en ella, es pura fantasmagoría. Por ello, no estoy de acuerdo con la tesis de fondo del libro de Gomá: "El hombre no quiere morir pero de ello no se colige que anhele una supervivencia a costa de dejar de ser lo que es: individual y mortal". Así se entiende que, sólo como super-ejemplo performativo, Jesucristo pueda ser el Viviente de Gomá.

¿Pero a qué mortalidad prorrogada podrá aspirar quien cumple su trabajo de una forma vulgar, sin destacar en ningún aspecto social, familiar o personal de la vida? ¿Qué harán los alienados, los discapacitados, los necios? ¿Acaso la santidad exige ejemplaridad? De un hombre ejemplar se pueden imitar sus acciones. De un santo -del Santo- más que imitar su vida sólo cabe reproducirla en nuestra singularidad. Antes que la acción, brilla el Logos. De este modo, por pecador, cada uno puede esperar la gracia de las gracias -amarse uno a sí mismo como al último de los miembros dolientes de Jesucristo, en palabras de Bernanos-.

En la liturgia encuentro trazado el camino de la resurrección de la carne que me recuerda la posibilidad de ser lanzado más allá de este mundo. No ser ejemplar no me priva del afán de santidad. Mi naturaleza, además de finita, está caída. A su pesar y libremente, incumple sin parar el fin para el que ha venido al mundo y que el Creador grabó, a su imagen y semejanza, en mi alma en el Paraíso. Más allá de cualquier ejemplaridad, es una invitación rigurosa, exigente, no a llegar a ser el que uno ya es, sino a no abandonar la tarea de procurar ser a cada momento, herido y humillado, el que uno querría ser ante el Hijo de Dios cuando venga a instaurar definitivamente el Reino que abrió con su Resurrección.

 El Hijo de Dios fue crucificado: no da vergüenza, porque debe avergonzar; el Hijo de Dios murió: completamente creíble, porque es necedad; fue sepultado y resucitó: cierto, porque es imposible”.

(Tertuliano, De carne Christi, V, 4)


Como Gomá no cita a Tertuliano, ya lo hago yo.

11 comentarios:

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    1. Vaya, en este comentario de estilo tan cursi ("gozaba de buen tono", "¡ectópica!") y mala redacción (¡esas comas en medio!) se insinúa que 1. Cavalcanti no ha leído todo el libro 2. que no lo ha entendido
      (solo debe de ser comprensible para los iniciados de la secta gnóstica gomista).

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    2. Cito del final de "Las heridas de la finitud": "Está visto que es imposible satisfacer las expectativas humanas de un "mundo mejor" (sin injusticia y sin muerte) y tampoco interesa un "mundo distinto" (divino, eterno, inmortal). Sólo queda la esperanza de seguir siendo individuales y mortales como antes de la muerte en un suplemento de realidad creado a continuación del mundo". ¿A esto se refiere usted con que Javier Gomá afirma la divinidad y la resurrección de Jesús? ¿O se refiere más bien a esta frase medidísima con que culmina el capítulo, que puede ser interpretada de varias maneras?: "Eran las heridas de la finitud, que se cicatrizaron en su cuerpo resucitado pero que jamás se borrarán de él?" En un cuerpo pneumático, lo reconozco, todo es posible...

      Confunde usted además mis argumentaciones. No califico la postura de Gomá como gnóstica "por" intentar hacer razonable la esperanza. Intenta hacer razonable la esperanza "y" es gnóstica. A mi me lo parece y así lo argumento. Que a usted no le gusta este crítica no implica que deba impacientarse.

      Paso por alto lo que insinúa sobre Tertuliano, porque es evidente que, si no ha comprendido la articulación de mi crítica, al margen de su desacuerdo con ella, no se le puede pedir que conozca, más allá de unos cuantos tópicos, su aportación no sólo en el terreno de la apologética sino también en el de la dogmática.

      La semana pasada prácticamente me aconsejaba que me callase. Ahora ya descalifica directamente mi blog. Tiene usted un problema con aceptar las críticas de lo que le gusta. Argumentos en sus intervenciones no he visto ninguno; sólo opiniones envueltas en referencias culturales y en argumentos de autoridad. Repito: el problema es suyo. No mío, y tampoco de Javier Gomá.

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    1. Yo, Ángel Ruiz, respondo de mí mismo. No tiene usted por qué mezclarme con el autor de este blog, que se basta a sí mismo y ni es numerario (yo sí) ni tiene nada que ver con sus imafginaciones infantiles.
      Me parece penosa su contestación, la confusión que demuestra y su poca capacidad de aceptar una crítica. Yo le hice varias que haría bien en seguir, sobre su manera de escribir, tan errónea y sobre sus suposiciones insultantes respecto al autor de este blog, que le ha respondido con una humildad y una sencillez que usted claramente no se merece.

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    2. Viene usted a mi casa; le dejo que dé su opinión con toda libertad; le respondo; me descalifica y ahora me falta al respeto y me insulta. Y encima pretende que me perdona la factura. Hace bien en marcharse. Y mejor en no volver. No permitiré que se vuelva a poner en evidencia.

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  3. El «cristianismo» gnóstico de Gomá se parece bastante al de J.A. Marina en Por qué soy cristiano.

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  4. La conexión opusdeísta (u opusdivina) —tan fuera de lugar cuando el comentarista faltón la usa para descalificar a nuestro anfitrión y a don Ángel Ruiz— resulta sin embargo muy relevante en relación con el «cristianismo» de Gomá. Este escritor se formó y se catequizó en Gaztelueta y Retamar, colegios del Opus Dei. ¿Qué decir de eso?

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    1. Yo soy del Opus Dei, ya lo he dicho. El Señor Gomá no. Lo dice en un comentario aquí:
      http://ethic.es/2015/02/nuestra-transicion-es-la-revolucion-liberal-sin-violencia/
      "He entrado a leer los comentarios de la entrevista y me he encontrado, cosa extraña, que la mayoría son interesantes y competentes. Se lo agradezco a sus autores. Respecto al comentario de Miguel Mora, me han entrado ganas de decirle que sí, que soy del Opus Dei, porque me da la impresión de que así le doy un susto. Pero no soy ni del Opus Dei ni del Opus Night. Disculpo la sencillez de Miguel porque seguramente se debe al autocompletado de Google. Un día leí un artículo que informaba sobre las acciones legales emprendidas por algunas personas o instituciones para evitar que Google complete la búsqueda con una asociación que no deseaban (escribías “andaluces” y el buscador lo completaba con “vagos”, o Casa Real y ofrecía “chorizo”, y así). A mí me ocurre, vaya a saber Ud por qué, que escribes mi nombre con uno o dos apellidos (no lo recuerdo) y te propone Opus Dei. Luego no ofrece ningún resultado, como no puede ser de otra manera. Pero la asociación está hecha. No, no reclamaré ante Google. El riesgo es otros comentarios como el de Miguel. Pero, ¿y qué?"

      Yo no me voy a poner a especular si es relevante o no la formación en colegios del Opus Dei en él. Yo creo que en lo religioso claramente no. En eso es como si hubiera ido a un colegio luterano.

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  5. Me ha rechazado un comentario don Guido, quizá porque le pareció agresivo (en cuyo caso le pido excusas), quizá porque parecía encadenarse con la desagradable intervención de otro comentarista anterior. Voy a tratar de repetirlo con más delicadeza a ver si pasa, porque me parece una cuestión relevante. El autor de cuyas ideas «religiosas» estamos tratando aquí, Javier Gomá, se formó y se catequizó en colegios del Opus Dei. Es lógico preguntarse cómo ha influido ese hecho en su peculiar «cristianismo». Gracias.

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    1. No, no le he rechazado ningún comentario, Roque. Por primera vez, he introducido la moderación y no siempre estoy pendiente. Creo que lo mejor es atenerse a los argumentos de la entrada y no enfrascarse en juicios de intenciones.

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