La casa del ahorcado,
Paul Cézanne (1873) |
Un compañero de aquel ignoto C.O.U. de mi adolescencia se
empeñaba en provocar y hasta escandalizar con sus lecturas de Nietzsche a un buen
exfraile tomista que se había convertido en nuestro profesor de filosofía. Las
polémicas solían acabar con estas palabras de don Laude que meneaba la cabeza:
“No leas esas cosas, que te perjudicas”. Como reprensión, usaba todos los
verbos en segunda persona.