Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

viernes, 3 de agosto de 2018

Las noticias últimas de Fabrice Hadjadj.



For the Love of God,
Damien Hirst (2007)


Hace unas semanas un reciente presbítero volvía a requerir mi consejo sobre su tesina de licenciatura en estudios eclesiásticos. Siempre me ha insistido en su interés por una neoapologética librada de las sonrientes y culposas ataduras posconciliares. Por mi lega tendencia monástica, sospechosa de fideísmo por defecto, le había rogado en vano que me excusara. Como no cejara en su perenne inclinación tomista, acabé sugiriéndole que leyese a Fabrice Hadjadj (1971), uno de los más vibrantes intelectuales católicos en una generación, culturalmente posconciliar, cuya fe se ha extinguido y ha sido definitivamente aventada.


Durante nuestro último intercambio de mensajes, recibí inesperado la traducción del último libro de Hadjadj, Últimas noticias del hombre (y de la mujer) (Madrid, 2018). En él recopila noventa artículos aparecidos en el diario católico Avvenire entre 2015 y 2017. Cuenta con un prólogo de Enrique García-Máiquez, que, de tan preciso en la presentación del autor y del significado de su obra, convierte en ociosas la siguientes líneas y hasta podría decirse que casi exime de seguir leyéndolas. 

García-Máiquez, que comparte con Hadjadj la pasión católica de la escritura, dispuesta en esta fase apocalíptica de la posmodernidad a redescubrir todavía la verdad y el bien entre los resplandores de su belleza, traza en unas pocas páginas el horizonte cultural e ideológico del pensamiento del autor francés. Periodista como él, sabe que el género humilde del artículo de prensa contribuye mejor que ningún otro a bosquejar hoy en día la dinámica de resistencia soteriológica que ha profesado sin desfallecer la fe cristiana. 

Con decidida admiración García-Máiquez subraya el espíritu “chestertónico” de Hadjadj, con sus naturales claroscuros estilísticos y polémicos. En su defensa del sexo y de la familia, como en su novedosa postura sobre la propiedad y la economía y al trasluz de la constante denuncia del transhumanismo y de la biotecnología, el prologuista observa una clara afirmación teológica de la seriedad de la encarnación para combatir las tentaciones gnósticas de nuestra época. Implícita, como un palimpsesto que adensa la dimensión textual de toda Tradición que siga mereciendo ese nombre, la obra de Hadjadj arraigaría también en la antropología realista de Tomás de Aquino, la cual no puede sino continuar vertebrándose en torno a una ontología de la Creación y a una moral de la Caída. Contra toda apariencia, la esperanza cristiana es inagotable.

García-Máiquez reconoce que el título del libro es paradójico: “Las últimas noticias no son, como amaga el libro, sobre el hombre y la mujer, sino de aquello que rodea (cerca (sitia)) al hombre y la mujer de hoy. Es al revés: contra las últimas noticias, se alza el hombre y la mujer de siempre, su naturaleza común y sincronizada”. Entre sus resquicios, como una glosa menor, introduzco ahora el paréntesis de esta entrada. En el inicio de la Parte I-II de la Summa theologiae santo Tomás advirtió que era imprescindible comenzar hablando del fin del hombre y de su bienaventuranza antes de poder reflexionar a fondo sobre la moralidad de sus actos. Las últimas noticias del hombre y de la mujer son, por su misma naturaleza, barruntos de estas noticias últimas. Sea la mía, apenas ensayada, una relectura monacal, también paradójica, del volumen reseñado.

Fabrice Hadjadj reivindica recobrar el sentido (común) de la realidad. Una visión humanista de la existencia debería poder mantener el pulso entre la base historicista de la modernidad y la comprensión simbólica del universo antiguo y medieval. Ante una época hipertecnológica a Hadjadj le importa sobre todo evitar la confusión entre la potencia creativa que protege la capacidad simbólica de organizar nuestro mundo con cualquier derivada que pudiera parecer una formulación tradicionalista o, simplemente, reaccionaria.

Frente al oscurantismo contemporáneo cifrado en una triple hegemonía: la de la tecnociencia, la de la información y la de la mercancía, Hadjadj propone una cuádruple vuelta: a nuestra condición de criatura (herida y redimida), a la paternidad y a la filiación, a la tierra y a la mesa y al lecho. Es este el sesgo de la renovada -¡jamás innovadora!- economía de la salvación humana: la norma (nomos) del hogar (oikos) se sostiene en la palabra que garantiza una auténtica –y natural- vida en común que respeta el orden de la Creación (ecología). Tal revisión del realismo metafísico estaría así en condiciones de hacer frente a las consecuencias visibles de su triunfante tesis contraria: “la tecnocracia es una herejía de la sacramentalidad y una desviación de la teología y la práctica sacramentales que ha conducido a Occidente al culto de la eficacia”.

¿Cómo puede compaginarse el abogar por este regreso de los placeres sencillos cuyo más pleno sentido humano articula la relación entre naturaleza y cultura, en su completo horizonte social, económico y hasta pedagógico, con una actitud monástica cuya densidad y profundidad Hadjadj atisba, aunque se resista lógicamente a sus consuetudinarias tentaciones gnósticas? Al mencionar el regreso a la mesa y el lecho reconoce que “habría podido decir a las “horas”, es decir, a ese ritmo diario que escande la liturgia. Pero prefiero, por lo que me concierne, apoyarme en el vientre, más que en el espíritu”. Y, sin embargo, no puede dejar de sentir la nostalgia de la estética “casi cisterciense” con que las máquinas de verdad desafían la superficialidad mercadotécnica, adictiva, de los dispositivos electrónicos: “cuando se renuncia a la lectio divina, ya no queda más que una parodia suya: el reinado del código”.

Todavía más. Frente al frenesí extático de las promesas de intensidad vital se yergue la interiorización callada, hospitalaria, de una demorada contemplación. Casi con un aforismo, Hadjadj reconoce que “el ascetismo es el único método para vivir un hedonismo que no acabe avinagrado”, precisamente porque sólo él es capaz de abrir el corazón a “la profunda poesía de lo cotidiano”. En ella el ser humano rescata del olvido sus dos lecciones primigenias: el Edén es el trampolín escatológico que sostiene y anima la esperanza de la inmortalidad frente a la añagazas literalmente terroristas, en no pocos casos, del tecnocapitalismo biopolítico: “El poeta no cesa de repetirlo: Dios creó a la mujer para que el hombre pudiera abarcar el universo”, de manera que ambos puedan llegar a la constatación de que “la ley divina, lejos de aplastarnos, está ahí para hacernos participar de esa abracadabrante creatividad”. Como la que es posible encontrar en cada detalle, económico y ecológico, de las columnas del claustro que se elevan hacia el cielo…

No se trata, claro está, de reincidir en la oposición entre una razón contemplativa y otra instrumental, tentación habitual contra la que Hadjadj previene acertadamente. Aunque, como ilumina santo Tomás, al hombre (y a la mujer) no le mueve otro fin último que no sea la consecución de la bienaventuranza (I-II, q. 1, a. 5),  no es esta una felicidad de lo dado llevado a su perfección, sino de lo dable en una plenitud que escapa, por su esencia, a todo afán totalitario y restrictivo de la inmanencia. ¿En qué pueda consistir esa bienaventuranza? ¿En la riqueza, en la fama, en el poder? ¿En un bien del cuerpo o incluso del alma que logre obtenerse mediante las operaciones de la voluntad o la inteligencia? “La bienaventuranza última solo puede estar en la contemplación de la esencia de Dios” (I-II, q. 3, a. 8). 

¿Es acaso un disfrute solitario, privado, en busca de un conocimiento posesivo? Contemplar supera todo conocimiento en términos cristianos. Quien alcanza la beatitud ama cara a cara el misterio de la Creación caída y redimida cuyo icono, original y esponsal, brilla en el amor muto del hombre y la mujer. Contemplar supera todo conocimiento: “Supuesto el prójimo, su amor es consecuencia de la dilección perfecta de Dios. Por eso, la amistad y la bienaventuranza perfecta se relacionan entre sí como concomitantemente” (I-II, q.4, a. 8).

Libertad total y seguridad son las promesas contradictorias tanto del comunismo, mediante la dictadura del proletariado, como del capitalismo, mediante la mano invisible del mercado. En este sentido, Internet supone menos una innovación que el cumplimiento y la superación post-ideológica de dos viejas ideologías de un modo práctico, global e integrado. La contradicción ideológica se ha transformado en una construcción tecnológica mucho más difícil de denunciar que una simple doctrina. Todos estamos atrapados por esta Telaraña de los vínculos cotidianos. Para librarse de ella, probablemente haga falta una transformación tan radical como la conversión de los que, en otros tiempos, dejaban el mundo para entrar en el monasterio. Pero, en este caso, no se trata de dejar el mundo. Se trata de volver a encontrarlo”.
(Fabrice Hadjadj, Últimas noticias del hombre (y de la mujer))

En medio del desierto de tal tecnocapitalismo biopolítico, deberá alzarse el realismo metafísico de las renovadas comunidades humanas que el cristianismo no ha cesado de suscitar desde el Cenáculo. En sus celdas cultivarán la tierra y, por qué no, la gramática silenciosa que contempla sin fin la Palabra.

2 comentarios:

  1. A Hadjadj yo me lo encontré por azar (¿providencial?) merodeando por los ebooks de amazon. Era justo lo que necesitaba: letra francesa (no quiero olvidar mi francés), vitamina católica "distinta", buena literatura, gracia, ingenio, profundidad, combate, visión apocalíptica, martirial, finura, arraigo, esposa e hijos (¡7!), alegría, realismo, conocimiento, pasión, serenidad, sabiduría... Es a un tiempo una delicia y un terremoto. Para mí ya un hermano, un maestro, un referente. Me pasó con él lo que en su día con Cabodevilla. A Hadjadj lo vi y escuché varias veces en Youtube y salí siempre maravillado y reconfortado.

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