Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
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martes, 22 de septiembre de 2015

Cataluña y el fuego mimético de René Girard.



La mort de César,
Jean-Léon Gérôme (h. 1859-1867)

“A los analistas radicales de la vida social se les suele reprochar ser anarquistas en los periodos reaccionarios y reaccionarios en los periodos anarquistas”. Esta reflexión de René Girard (1923) en Shakespeare. Los fuegos de la envidia (1989) tal vez sirva para establecer una aplicación entre su visión mimética y trágica de lo social con la situación política actual de Cataluña.

Por utilizar el esquema de Girard, nuestro Estado de las Autonomías se ha fundado sobre el principio de la rivalidad mimética que la clase política ha azuzado sin descanso. Bajo el principio –hipócritamente legislado− de que sin igualdad no hay libertad, la lucha por las transferencias de competencias autonómicas se ha basado, en el fondo, en asegurarse lo que otros no tienen o en alcanzar lo que otros parecen poseer.

Los argumentos son nítidamente autoexculpatorios. La insolidaridad catalana podría dejar a un niño de Las Hurdes sin escolarizar. La molicie extremeña podría impedir que una ambulancia llegase a tiempo de salvar a un anciano fulminado por un infarto en el Ampurdán, pero sobre todo el rival "español" reduce, coarta, niega no sólo la propia "identidad" en un sentido político sino hasta ontológico. El estado propio garantizaría la aspiración a "ser" de nuevo.

Se desea, o se desdeña, lo que el otro posee, porque así se revaloriza lo propio en un juego de reduplicaciones perversas. Es una tensión continua que desemboca en una espiral de violencia simbólica acotada hasta el momento al juego político pero que ha empezado, por el efecto multiplicador de los canales de información, a desbordar el campo histérico de los mensajes –de los argumentarios- de los partidos.

En el caso catalán funciona además una mitología propia. Por más que el discurso oficial hable de una nación milenaria, sus fundamentos son interpretados, sacrificialmente, a partir de dos derrotas: la de la Guerra de Sucesión en 1714 y la Guerra Civil en 1939. Sin duda el relato del nacionalismo catalán, ahora identificado con el independentismo, tiene un carácter victimario que nuestros españoles ilustrados y racionalistas despachan con horror y con desprecio, como un residuo supersticioso que no concuerda con los hechos históricos y que, pese a su irrealidad, ha prendido de manera monstruosa en una parte importante de la sociedad catalana. 

Una respuesta es atribuir a la secularización y a la crisis brutal del catolicismo catalán que el nacionalismo haya ocupado el lugar de la religión. En ella late el prejuicio racionalista de que la política es la alternativa civilizada e ilustrada a la irracionalidad religiosa que puede disfrazarse, fanática e intolerante, hasta de las más nobles aspiraciones ciudadanas. Es muy probable que la quiebra de los principios religiosos católicos que aseguraban un determinado orden se haya hecho presente en la catarsis independentista que enmascara y rechaza al mismo tiempo su infraestructura mimético-sacrificial. Pero a la vez es una explicación fácil y confortable, sobre todo teniendo en cuenta que la Iglesia en Cataluña depende ahora más que nunca, económica y socialmente, de los poderes públicos.

Romper con "España" es convertirla, objetualizada y deformada, en el chivo expiatorio que resarza la idea interiorizada de derrota colectiva y haga olvidar la pésima gestión incluso en la defensa de los legítimos y propios intereses. Bajo los restos del catolicismo, emerge con más fuerza la continuidad envidiosa entre el "sacrificio" supersticioso y la racionalidad política que ofrece un nuevo modelo social que oscila entre el misticismo ilusorio y la manipulación política de la colectividad.  Esa independencia idílica que se ofrece es la trampa cínica de una realidad desmantelada por una pedagogía constructivista que cree posible cualquier proyecto arrancado de raíces que no sean apelaciones demagógicas y sentimentalistas. Lo espantoso es cómo ha logrado calar en una parte importantísima de la sociedad catalana.

Todo ello no deja de ser muy español, sin embargo. Nuestros fundamentos nacionales españoles también se han revestido –porque es inevitable- de componentes míticos. España ha hecho de dos fechas dos momentos fundacionales que han coincidido con lo que Girard llamaría “crisis del Degree”, es decir, del orden cultural, social y político. En 1492, la conquista de Granada y el decreto de expulsión de los judíos organiza, a su manera, “la primera nación moderna” de Europa, la cual se constituye de inmediato en Imperio. En 1812, bajo ocupación napoleónica, las Cortes de Cádiz, al proclamar la soberanía nacional, pusieron las bases del estado liberal que demolió la antigua Monarquía hispánica. En la subsiguiente independencia de las "provincias" de ultramar el papel de la crisis simbólica no debe despreciarse. 1936-1939 podría juzgarse como la réplica simultánea de dos terremotos: 1714 y 1812.

Asistimos ahora a una nueva crisis del Degree que no cabe soslayar confiando desmesuradamente en Europa y en los niveles de bienestar actuales. Como afirma Girard, Shakespeare vio claramente, a contracorriente, que “el poder, dondequiera que exista, está perpetuamente amenazado, pues se halla fascinado por su propia destrucción”. Por ejemplo, en un plano exclusivamente individual, la exasperación de las contradicciones miméticas y sacrificiales, relativamente victimarias, en la personalidad de Artur Mas pueden también ser consideradas una manera, muy posiblemente inútil, de encauzar el alcance caótico, indiferenciado, que la fuerza del independentismo ha llegado a adquirir y que se manifiesta en los extremos delirantes de afirmar que Cervantes escribió en catalán el Quijote. Modelos multiplicados, indiferenciados, esta españolidad estalla en el interior mismo de su negación en formas enloquecidas como las que sostiene Jordi Bilbeny.

Me da la impresión de que el “mesianismo” de Artur Mas ha barajado como soluciones simbólicas tanto la suspensión de la autonomía como su detención. En exacta correspondencia ritual, pero invertida, Mas se convertiría en la víctima propiciatoria y, por ello, en el héroe del nuevo equilibrio “nacional”, conjurando los riesgos reales de cárcel y fusilamiento que padeció Lluís Companys. La trágica muerte del “presidente mártir” absolvió y silenció su ineptitud y su fracaso político. ¿Por qué no podría esperar lo mismo Mas para su nefasta gestión y para su mediocridad infatuada? Como se ha especulado, no cabe descartar que, para intentar fundar un nuevo orden, sean los propios miembros de su candidatura única quienes adviertan que Mas sea quien deba ser sacrificado, como, en otra situación, Adolfo Suárez se convirtió en el chivo expiatorio que consolidó la democracia española del último tercio de siglo. Todo es tan vertiginoso -y tan estúpido- que los reflejos desbordarán los espejos...

Como puteros de casino, Rajoy y Montoro han creído que, más allá de encendidas proclamas, las inyecciones económicas para salvar una economía pública como también lo es la catalana, casi en bancarrota, bastarían para atemperar a la Ramoneta. Más sensible a la dimensión simbólica de la política aunque no a las fuerzas caóticas que desencadena, a Aznar le cayeron encima como a un agorero anticatalán cuando afirmó que antes se fracturaría Cataluña como sociedad que romperse España. Creo que, al contrario, confiaba en que los catalanes no romperían ese dique, de modo que todavía la “patria” podría estar a salvo. Las palabras de Mas, dando a entender que quien no votase su lista apoyaría la decadencia de Cataluña, hacen prever lo peor para una descomposición en agresivo estado de ebullición latente.

¿Cabe prever una guerra civil? No, si se entiende en un sentido clásico. Pero el orden –el Degree− que nos ha sostenido desde el 78 está en quiebra. La reforma de la Constitución que anuncian los partidos puede ser el momento definitivo de la crisis, sobre todo por lo que, en principio, podría parecer más inofensivo: la sucesión femenina al Trono. ¿Cabe recordar la causa superficial de las guerras carlistas a partir de 1833? ¿Estamos ante otro momento fundacional? Los cambios de denominación del callejero por parte de los partidos de izquierda demuestran afán de reversión histórica, aunque tal violencia sagrada esconde graves carencias en la medición de sus fuerzas históricas. Réplicas de réplicas, tal vez se lleven por delante muchas carreras políticas y económicas.

Quizás asistamos a una revolución líquida que dé paso a un sistema de opresión social bajo la máscara de infinitas y especulares libertades individuales. Con el Estado de heredero universal, destruidas la familia y la propiedad, el dominio económico sobre la producción y el consumo laborales de sus territorios es el último paso de un capitalismo ya transnacional que usa simbólicamente su capacidad tecnocientífica. En España los acontecimientos de Cataluña, con el País Vasco agazapado, son síntomas de las fuerzas que están planteando esa batalla que se dirimirá en el nuevo desarrollo de la industria y en los nuevos usos de las energías.

Cuando una cultura madura y reflexiona sobre sí misma, los inmoladores se dan cuenta de que la aptitud de sus sacrificios para mantener el orden público depende de ellos mismos más que de unas preocupaciones externas y de la exactitud ritual. El sacrificio «funciona» si se lleva a cabo con un corazón puro, mostrándose solidario no sólo con los antepasados fundadores sino también con todos los miembros vivos de la comunidad. Si el sacrificio está contaminado por la rivalidad mimética, no puede hacer sino fracasar
(René Girard, Shakespeare. Los fuegos de la envidia)

El fuego de los dioses enciende la pira de los hombres. Pido a la Providencia que no nos confunda con la inteligencia de nuestros defectos. ¿No se ha dicho acaso siempre que la envidia es nuestro pecado nacional?


12 comentarios:

  1. Girard viene muy bien para entender todo esto. He leído esto con escalofríos continuos. Yo espero que al menos algunos jubilados se asusten estos días y no le den aceite a Mas para la hoguera de la (auto)inmolación.
    «Que Dios nos coja confesados», se me viene a la cabeza al final. No sé qué quiero que pase: «que nos quedemos como estamos» no se si se puede desear ya.
    No sé si has leído la serie de Jordi Pérez Colomé (http://www.elespanol.com/libro-negro/) sobre el periodismo en Cataluña: fascinantemente desoladora (si se hiciera la de la línea política de periódicos como El País, El Mundo o ABC, también, aunque quizá un poco menos, no sé; cuanto más pequeño es el ámbito, peor: en Galicia lo de los periódicos es de traca).

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  2. Cuando los argumentos se reducen a hablar de sentimientos: el miedo, la esperanza, los sueños, etc., es que todo está perdido y vamos de cabeza al infierno. Y los argumentos económicos no son decisivos: cuando alguien llega al punto de querer jugarse al póker su casa porque está seguro de que ganará, ya es muy tarde para hacerle entrar en razón... Pero el "fuego" no se acaba ni con la independencia. Cualquier desastre tendrá explicación: nos odian, nos zancadillean, van a por nosotros, quieren machacarnos, nos van a invadir... Y a continuación la lista de quintacolumnistas... Y por lo que respecta al periodismo, como a la Iglesia, las organizaciones sociales, etc., "sobreviven" de subvenciones. Cuando Iglesias dijo que le sorprendía la resistencia electoral del PP y del PSOE pasaba por alto que, como aquí, mucha, demasiada gente, está en sus nóminas...

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  3. En Cavalcanti té raó: els mers sentiments porten a l'infern. Tanmateix, a aquestes alçades no puc evitar que tots els arguments racionals, malgrat la seva ineliminable i permanent validesa objectiva (com a confirmació "a contrario", avui he trobat a internet, per exemple, la presumpta resposta de Sala Martín a Borrell...), se m'estiguin transformant en emocions, de tal manera que allà on molts avui senten alegria, orgull i dignitat, jo sento més aviat tristesa, vergonya i indignitat. L'única esperança (escatològica?) que em queda és que aquests meus sentiments no siguin només meus, sinó la tristesa, la vergonya i la indignitat (i les culpes personals i col.lectives...) que comparteixo amb els alegres, els orgullosos i els dignes sense que ni ells ni jo en coneguem la mesura exacta. Com podríem conèixer-la i, sobretot, assumir-la, si tants han oblidat que el preu fratern que uns pensin amb les vísceres massa sovint es paga amb tothom veient-se les vísceres i havent d'aguantar-se-les els uns als altres amb les mans? No crec que calgui llegir Plató per endevinar que la guerra civil és sempre el principal problema polític; n'hi ha prou amb un coneixement vital mínim de la humanitat i de la seva història. Els "bons sentiments", fora de l'esfera més estrictament privada i fora dels sants, són allò, precisament, de què més plens van els inferns, com diu la dita. Saber-ho no és pessimisme; saber-ho és, senzillament, una de les condicions indispensables, no l'única, per a trencar el mecanisme mimètic i sacrificial del qual, aterrit, ens ha parlat Cavalcanti. Com a bon amic (encara que germanòfil), estic en el seu mateix terror.

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  4. Què hi farem, amic? Mantenir els ulls oberts i procurar de conservar la lucidesa...

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  5. Excelente análisis, muy esclarecedor y escrito en un español impecable, cosa más que rara en Internet. He llegado a este blog por casualidad (a partir del de Enrique García-Máiquez, sobre el que caí buscando información sobre Chesterton) y mi sorpresa ha sido grande. Un texto de una rara inteligencia, basado en un autor tan importante e ignorado por las "élites" mediáticas (incluso aquí en Francia) como Girard, es lo último que hubiera esperado encontrarme esta noche.

    Tengo desde hace 20 años una amiga italiana, profesora de filosofía política en la Universidad de Messina, que es una especialista del pensamiento de Girard, sobre el que ha escrito varios libros (uno de ellos de conversaciones con él). Voy a enviarle el enlace para que vea hasta qué punto funcionan sus teorías en el caso catalán.

    Muchas gracias por esta isla de lucidez en medio de un océano de informaciones y desinformaciones en plena tempestad.

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    1. Bienvenido a esta isla minúscula que precisamente está abierta a la lejanía... Muchas gracias por su comentario. Sí, Girard es silenciado, quién sabe si porque sus teorías funcionan, como en el caso catalán, que hace tiempo que alcanzó extremos delirantes.

      No obstante, la lectura reciente, gracias a Enrique García Máiquez, de El refugio de la mentira, del girardiano Cesáreo Bandera, me han suscitado algunos puntos que cabe discutir en el pensamiento del crítico francés. Cavalcanti los está reflexionando para su próxima entrega. Como lector, sabe que se le estará esperando...

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  6. Veo, leyendo su perfil, que tenemos muchos gustos en común. Pero el que más me alegra compartir es el de la música de Bruckner, de la que soy un "fanático" desde hace muchos años (tuve la suerte de ser iniciado a ella en los años 80 por Barenboim, cuando dirigía la Orchestre de Paris y lo intepretaba con frecuencia). Creo no haberme perdido más de 2 o 3 conciertos de su 8ª (para mí la cumbre de la sinfonía) y su 9ª aquí en París desde hace casi 30 años (ir a escuchar el resto de las sinfonías depende de las orquestas y los directores). La última interpretación de la 8ª que me puso la carne de gallina fue la de Semyon Bychkov (un director que cada día me gusta más) con la Orchestre de l'Opéra en 2013. Y tengo ya los billetes para una que dirigirá Daniele Gatti con la Orchestre Nationale de France el 17 de diciembre próximo.

    Ahora bien, en lo que no estoy en absoluto de acuerdo con usted es en su gusto por la música de Mahler. Como muchos "forofos" de Bruckner (y grandes directores brucknerianos - Celibidache, por ejemplo) soy alérgico a ella.

    Mais ça c'est une autre paire de manches...

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    1. El mejor escribano echa un borrón... Si le sirve de consuelo, que creo que no, el Mahler viscontiano me crispa. Cierto, la 8ª de Bruckner está mucho más allá de lo que pudiera decir un aficionadillo como yo. No sabe cómo le envidio esas entradas...

      Antes de que su imaginación perdiese todo interés para mí, Andrés Ibáñez publicó La música del mundo, creo que su primera novela. La música de Bruckner era un motivo determinante del argumento. No he vuelto sobre ella, pero recuerdo con nitidez que la audición del adagio de la 8ª desempeñaba un papel clave en la revelación que experimentaba el protagonista.

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    2. Gracias por la recomendación de "La música del mundo", de A.Ibáñez, autor que no conocía ni de nombre (soy mal lector de novelas, sobre todo contemporáneas y españolas). Acabo de procurarme la versión electrónica del libro, que leeré con muchas ganas, buscando la clave del enigmático Bruckner, un hombre cuya vida y obra son totalmente contradictorias. Era, al parecer, un tipo muy ingenuo, por no decir bobalicón, capaz de hacer cosas muy estúpidas en público, y sin embargo, inspirado por una fe tan absoluta como la de Bach, escribió catedrales de música inigualadas. La explicación más interesante que conozco de esa contradicción se la oí en la radio al director de orquesta Philippe Herreweghe, quien además de ser un gran especialista de Bach y de haber grabado estos últimos años varias sinfonías de Bruckner, fue, antes de dedicarse a la música, médico y psiquiatra: para él el amigo Anton podría haber sido un autista, que padecía de alguna de las variantes "ligeras" del autismo, como el famoso síndroma de Asperger, del que estaba aquejado, entre otros muchos artistas, Glenn Gould.

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  7. No soy, ni mucho menos, un especialista de Girard, ni siquiera un lector asiduo de sus libros (no teniendo tiempo para todo, la filosofía es para mí menos prioritaria que la literatura y el arte). Conozco (superficialmente) sus teorías gracias a mi amiga girardiana (colega, por cierto, de Cesáreo Bandera cuando se creó l'Association de Recherches Mimétiques), con la que hablé con frecuencia de ellas, y también por haber leído o visto muchas de las entrevistas de Girard (en prensa, libros o TV). En Youtube hay varias muy interesantes (además de muchas conferencias sobre sus teorías).

    Interesándome mucho por Don Quijote, de Cesáreo Bandera tengo apuntado en mis "archivos" su libro "Monda y desnuda. La humilde historia de don Quijote" (2005), del que supe por este artículo:

    http://www.libertaddigital.com/opinion/libros/el-quijote-trasunto-de-cristo-1276230381.html

    ¿Conoces ese libro?

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    1. Tampoco soy especialista en Girard, pero me fascina esa voluntad suya de trazar líneas que atraviesan la filosofía, la antropología y la literatura. En algunas de sus obras repite que su experiencia de conversión es común a muchos: a través de la literatura. Es una razón (íntima) de peso para leerlo.

      La curiosidad por Cesáreo Bandera se la debo a EGM. Tengo noticia de sus estudios quijotescos y concretamente del libro que mencionas. Confieso que no he profundizado en su obra, pero me resulta interesantísima. Tengo para mí que es un unamuniano que se vacuna con Ortega o a la inversa. Pero esta es una opinión ligera y espero que no (demasiado) frívola.

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    2. "Me fascina esa voluntad suya de trazar líneas que atraviesan la filosofía, la antropología y la literatura."

      Es lo que a mí también me interesa más de él, su visión "a vuelo de pájaro" de la realidad, que cuanto más se complica menos intérpretes "de alto vuelo" tiene. Otro gran pensador, víctima también a causa de su cristianismo (era prostestante) de la dictadura ideológica que tantos estragos ha causado en la cultura francesa en los últimos 40 años, y que ahora se está redescubriendo aquí en Francia, es Jacques Ellul, que tan bien profetizó en los años 60 "la sacralización de la técnica" que está convirtiendo este planeta en un gigantesco campo de concentración tecnológico.

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