Finis gloriae mundi, Juan Valdés Leal (1670-1672) |
Da pudor escuchar al otro de sí mismo hablar, en un cierto desorden, sobre aquella búsqueda intelectual que hemos compartido creando una voz que nos excede. Comprendo que es justo pagar el tributo de presentar un libro, pero temo que la soledad de XXI Güelfos no merezca la glosa de mi heterónimo en el acto que se celebró el pasado 7 de enero. Me consuela saber que él detesta apropiarse de una autoría de la que ambos decidimos expropiarnos al servicio, tal vez errante y no fallido del todo, de una escritura en que se encarnan nuestras ansias escatológicas. Que dos amigos le presentasen tranquilizó mi ligera inquietud. Reproduzco críticamente la primera parte de su intervención en esta entrada.
_________________________________________________________________________________
Quiero comenzar agradeciendo a la Facultat de Filosofia (URL), en
la persona de su Decano, Jaume Aymar, la celebración de este acto que forma
parte de las actividades de la Quarta Hora del Dimecres que organiza
conjuntamente con la Facultat de Teologia de Catalunya, a la cual también
quiero mostrar mi consideración. Añado también un recuerdo especial para Jaime Galbarro
y Antonio Valiente Romero, que, a través de la sevillana Editorial Vitela, se han atrevido a publicar, a contracorriente, estos XXI
Güelfos. Y, por supuesto, he de mencionar sobre todo a mi mujer, sin la cual ni este libro ni mucho
menos el blog que le ha servido de preparación habrían sido ya no reales sino
ni tan siquiera posibles.
Es para mí un gran placer presentar mi libro XXI
Güelfos al lado de Ignacio Peyra. Son dos las razones básicas de esta satisfacción. En primer lugar XXI Güelfos ha sido escrito
pensando en todos aquellos que estamos compartiendo no sólo el
desmoronamiento sino la destrucción articulada, a fin de repartirse los restos
de la herencia, de una cierta idea de Humanidades y de Clasicidad en la que
fuimos educados y en la que, con plena conciencia,
perseveramos sin hacernos ninguna ilusión. Como digo en algún momento del libro, mi lema podría ser: “Mis
derrotas son mis victorias”. He aquí la segunda razón de mi paradójica
alegría. Lectores como Ignacio Peyra han captado con gran agudeza el fondo de la argumentación
de este libro, comprendiendo la
vocación “monástica”, solitaria, ermitaña, que lo anima.
Quisiera explicarme con dos citas de autores franceses que
estoy leyendo ahora. La primera es una entrada de los Diarios de Léon Bloy. En el volumen El mendigo ingrato se pregunta: “¿Qué es un «escatólogo»? Es un autor que no se vende. Un novelista que lanza cien mil ejemplares no es nunca
un escatólogo”. Puede que algunos vean esta afirmación como un consuelo triste, pero, bajo su canto real a la Pobreza, mantiene un sentido
devastadoramente imponente para nuestra época. El escatólogo no se conforma con
el mundo, apunta más allá; por eso, no es propositivo, ni afirmativo, ni
sinérgico, sino que parece un nihilista. XXI Güelfos
se define así: reaccionario, recusante, gramatical y
escatológico. Escoge la figura de San Bernardo como modelo, porque el abad de Claraval representa no una vocación monástica entendida como huida del mundo,
como renuncia del mundo, como refugio del mundo, sino como afirmación
anticipada de “otra” realidad, plena.
“Mi reino no es de este mundo”, sentencia
que podría ser uno de los pilares de la vida monástica, consiste en resistir a las
tentaciones sin decir “Sí, señor”, “Mande usted”, “Págueme mis servicios”. “Mi
reino no es de este mundo” no es oponerse al mundo porque sí, porque sea malo y
perverso, sino resistir en los márgenes de su bondad y de su belleza la
esperanza de un Bien que lo transfigure y lo lleve más allá de sí mismo.
Gramatical y escatológico, mi libro abomina del gnosticismo, porque la Creación
de Dios, ahora caída, no está condenada. La literatura, las artes plásticas, la
música, tienen los oídos bien abiertos a los ecos gloriosos de
la “Segunda Venida” –aunque sea para ensordecerlos, cegarlos o arrebatarlos al tacto-. Si esa esperanza fuese descartada,
sólo podría reinar definitivamente la Muerte (el beneficio propio, la riqueza, los honores…).
La segunda cita es de Charles Péguy, muerto al principio de
la Gran Guerra, hace ahora cien años, en su obra póstuma Clío. Diálogo entre la historia y el alma pagana. Hablando de la
relación entre el hecho de crear y el de recibir la creación, que es una
dialéctica histórica muy sui generis,
el poeta francés señala que, una vez que el creador se separa de la obra recién
hecha, ésta queda ya inevitablemente, y necesariamente si quiere sobrevivir,
inacabada. La historia de ese acontecimiento se desenvuelve en lecturas bien
hechas y en lecturas mal hechas, pero tanto las unas como las otras se rigen
por la ley del envejecimiento. Son heridas infligidas por una ley cósmica sobre
el cuerpo de lo creado.
Dice Péguy que la historia no es injusta ni cruel de
forma arbitraria, sino en su esencia y en su propia raíz. La esperanza es que
el entierro no acabe en inhumación. Ante la elección entre la muerte y el
envilecimiento –una elección que los más grandes modernos, que son los
antimodernos, han mostrado con precisión quirúrgica− “poder hacerla, estar
obligado a hacerla, ser llamado, conducido a hacerla, estar (puesto) en
situación de hacerla; pues bien, hijo mío, esa es la fortuna más alta del
hombre, fuera de la salvación”. Esa elección -quisiera creer- está en la base misma de XXI Güelfos...
_________________________________________________________________________________
El desesperado entusiasmo de estas líneas me conmueve y me pone a la defensiva. Aprecio que diga cosas que incomodan hasta en ciertas esferas eclesiásticas. Dándolas por descontadas, se ha venido prescindiendo de ellas interesadamente. Se ha pretendido así conservar con mayor facilidad, inútilmente, el envoltorio falso que un prurito de cultura chocha nos está vendiendo ya, con descaro, de matute. En cambio, citar a Bloy y a Péguy debería hacerse con cuidado, pues no se puede tomar en vano nombres tan fracasadamente augustos. Si Valdés Leal representa la Justicia sostenida por la Mano llagada del Redentor, Cavalcanti seguirá compensando el "ni más" de su prologuista con su "ni menos"...
No hay comentarios:
Publicar un comentario