Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 27 de mayo de 2014

Donna me prega.




Mujer en el jardín,
Joaquín Sorolla

Ha cumplido este blog cien entradas. Como manda el tópico, es momento de mirar atrás y de observar algunas de las líneas de su itinerario. También es tiempo de retirarse a tomar un descanso. Ni largo ni corto, sino justo. No es, pues, una despedida, sino el cierre de una etapa, de un volumen.


Cien entradas, cien cantos, superponiéndose su infierno, su purgatorio y su paraíso, representan un esfuerzo condenado al epigonismo posmoderno, minoritario y exhausto. He querido sobrellevar estos dos escollos esforzándome en la constancia y, no sé si con suficiente fuerza, en el entusiasmo. Cuando he comprobado el número de visitas a según qué entradas, observo que del todo no me habré equivocado. Son los poetas los que más interés (siempre mínimo) han levantado.

Me complace que siempre, sin desfallecer, haya visitantes de “Amistad y traición. Dante y Cavalcanti”. Esta entrada era obligada por hacer honor al nombre del blog. Lo convirtió en el instrumento que busqué desde el principio: un lugar desde donde poder expresar la invención de una identidad poética.

Por una mezcla diltheyana de azar, destino y carácter, a la influencia de mi amigo entre blogs Enrique García-Máiquez –él no lo sabe, del todo- debo haber podido terminar de forjar mi ya irreductible y propia condición de monje güelfo, poeta del stil nuovo claravalense. O tal vez se trate de azar objetivo, que no deja de tener irónicamente algo de correlato eliotiano.

Con “Güelfos blancos” recuperé el rastro de san Bernardo. Con la reciente entrada “Enrique García-Máiquez, en plano inclinado”, la primera posición de Dante y Cavalcanti se ha visto desbancada. Ya lo profetizaba en la primera de estas dos entradas: entre Cádiz y Florencia, Barcelona, el lado más corto, cierra el triángulo, dando por descontado que la hipotenusa es italiana.

Eduardo Chirinos, Miguel d’Ors, Eduardo Lizalde, junto a Chestov y Camus, Heráclito y san Pablo o Calvin y Hobbes, han marcado las facciones de este espacio virtual que nació cansado del neofeudalismo universitario. Derrotado en todos los frentes, Cavalcanti, proscrito y echado al monte, no ha sido cautivo ni desarmado. Sin duda ignorado, vencido seguramente, jamás convencido si no por la inteligencia.

Como reza el texto introductorio de esta página, el blog se ha declarado católico a fin de cumplir una misión estética, que no apologética. Por ello, su modelo será siempre el estilo cisterciense de san Bernardo, que ama con la inteligencia de su estilo sin hacer de su estilo una inteligencia filosófica. Bernardo, padre de Dante. Frente a la perennidad filosófica escolástica, con tesón seguiré remontando la corriente del siglo XII, recusando, según mis posibilidades, el poder de los imperios a los que estoy sujeto.

Güelfo, estoico y monacal, ¿hace falta aclarar que no nací en el siglo XIII, que no maduré en el XVI y que no he profesado en el siglo XX? Cavalcanti, c'est moi. Mis lectores más fieles, pocos pero agudos, saben que el tiempo del arte es uno y el mismo, espejo de la eternidad. De entre ellos, pues, mi ingenua gratitud a los desconocidos, en especial a un puñado de Estados Unidos y -¿quizás uno solo?- de Alemania que, en cuanto publico una entrada, acuden a visitarla. México, Perú, Colombia y Argentina, esporádicamente constantes, dejan también su huella generosa por algunas entradas hermanas en la lengua.

Nicolás Gómez Dávila dejó dicho que “el mal humor es el padre de la crítica literaria; la admiración no es más que la madrina”. Yo ya sólo aspiro a no ser más que un admirador. El mal humor exige tanta concentración que es difícil soslayar la tentación de casarse con el padrastro. En alguna ocasión –lo confieso con pesar− me habré dejado llevar por un humor perruno que he intentado contrarrestar, más o menos acertadamente, con la ironía y hasta con el sarcasmo amortiguado. En esto habré tenido también en cuenta a Gómez Dávila, quien recordaba que “un gran crítico es un moralista que se pasea entre libros”. Reconozco que, no sabiendo ser sujeto, he preferido conformarme con la función de atributo.

Suele decirse que los blogs, como los diarios, son botellas de náufragos lanzadas al mar. Un poco robinsoniano, preferiría que mis entradas, que salen los martes a una hora taurina, fueran las cometas que, con sol o con lluvia, vuelan a distancia en el firmamento reflejando la luz de la que nacen. Este blog no sería posible –no será posible− sin el apoyo de mi mujer. Desde el primer instante, “donna me prega” seguir adelante con este pequeño monasterio.

Ahora que me está esperando otra vez a que acabe, incluiré en el encabezamiento el retrato de una señora en el jardín, de Sorolla. La mujer está sentada en una mecedora como la que ella quisiera comprar cuando nos jubilemos para mirar desde nuestro balcón el cielo. Una vez más le doy gracias, al Cielo, mientras releo los versos finales de aquella balada de Cavalcanti que comienza “In un boschetto trova’ pasturella”:

Per man mi prese, d’amorosa voglia,
e disse che donato m’avea ‘l core;
menòmni sott´una freschetta foglia,
là dov´i´ vidi fior’ d’ogni colore;
e tanto vi sentío gioia e dolzore,
che ´l die d’amore mi parea videre”.


Tras un descanso sabático, Cavalcanti regresará de esta peregrinación -peregrinus ubique-.


5 comentarios:

  1. Los monjes güelfos contamos en eones escatológicos: un día, mil años; mi años, un día. En cuentas mundanas, en un par de meses aproximadamente, queridos lectores, volveré a esperar vuestra atención.

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  2. Yo espero vuestra reaparición

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  3. Yo, casi que no voy a esperar dos meses y seguiré mañana. Me gustaría leer una biografía de San Bernardo. ¿Me recomiendas alguna?

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    1. Dom Jean Leclercq, Saint Bernard et le sprit cistercien. En castellano hay perfiles biográficos. Pero siempre Leclercq...

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  4. Merci beaucoup, monsieur Cavalcanti.

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