Niña ante el espejo, Pablo Picasso (1932) |
En agosto me encontré de pronto hojeando fragmentos de las
novelas de Benjamín Jarnés (1888-1949) que leí en un tiempo que no añoro en
absoluto. Lo confieso de nuevo: pertenecí a la secta de los «jarnesianos», cuyo culto básico consistía en desconfiar los unos de los otros. Cuando
decidí abandonarla, estoy seguro de que mis colegas respiraron aliviados. Sería
un deber apuntar esa delicadeza en su haber. El mundo académico es tan canalla
que, puesto que en él no hay perdón, el olvido puede resultar un acto de
piedad.