El juicio de Midas,
Cima da Conigliano (1507-1509)
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Repentinamente mi
heterónimo ha sentido la urgencia de regresar a un librillo de poemas que, con el
título geológico de Bajo el rostro de un dios, habría querido dejar encerrado, con abrumada conciencia, en el desván
de su memoria prehistórica. Con un antojo casi siniestro lo ha visto vagar durante mucho
tiempo por su imaginación, casi como un fantasma entre hamletiano y troyano. Entre
la duda y la desolación, intentó aplacar su recuerdo arrojándolo como una botella al
océano de la red virtual. Por la implacable constancia de sus periódicos retornos, ha advertido que, como ejercicio de
piadosa necrofilia, su ausencia le exige un prólogo. La repetición, tan sólo perfecta en la eternidad, reclama
un espíritu religioso que la poesía sólo atisba en su seriedad juvenil. Como
aclaraba Constantino Constantius en el ensayo de Kierkegaard, “aunque las más
de las veces soy el que llevo la voz cantante, harás muy bien, mi querido
lector, en referir al joven todo lo escrito en este libro”. He aquí, pues, un
libro póstumo …
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