Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 22 de noviembre de 2016

En Compostela con Ángel Ruiz.



Detalle del Pórtico de la Gloria,
Maestro Mateo (1168-1188)

Con Ángel Ruiz mi heterónimo ha ido forjando una amistad literaria y real a través del diálogo que han suscitado no pocas entradas de nuestros respectivos blogs. En Compostela Ángel alza cada mañana desde 2004 un espacio imaginario que este verano hasta pude recorrer físicamente a su lado. ¿A alguien puede extrañarle que en los breves y escasos encuentros personales hayamos conversados como viejos amigos, en tránsito por un aeropuerto mediterráneo?

Estas líneas están escritas, por tanto, desde la admiración por uno de los blogs más personales que conozco. Siempre me ha llamado la atención la dedicatoria de Enrique García-Máiquez en Lo que ha llovido, su primer volumen de diarios: “A Ángel Ruiz, el precursor”. Más allá del homenaje a un pionero, creo que en ese calificativo se contiene el reconocimiento al autor que sido capaz de elaborar tentativamente, como le corresponde al medio, una poética propia de blog. 

No se trata exactamente de que haya contribuido a definir un género literario sin más. Más bien, en su práctica casi diaria, ha explorado las posibilidades técnicas y expresivas de un instrumento de comunicación que, como parte de la batalla cultural en la red, ahora más languideciente a causa del auge tuitero, requiere, de acuerdo con unas reglas dúctiles y variables, un determinado tipo de escritura, no sólo letrada, sino también visual y musical. A través de enlaces y vídeos que se integran en un lenguaje múltiple que el autor acompaña y potencia con un estilo directo, Ángel Ruiz ha dado no sólo forma sino también identidad ágil a un blog con unas convicciones políticas y religiosas profesamente católicas y conservadoras.

Con brevedad y naturalidad, Ángel ha mantenido una fidelidad asombrosa a una estética «figuralista», que no simplemente figurativa, que ni es ni quiere ser extrapolable a cualquier otra forma canónica. Intentaré explicarme. Ángel Ruiz jamás publicará un libro con sus mejores entradas, porque esta posibilidad contradice íntimamente el rigor y la seriedad de la apuesta estética y hasta existencial que las ha ido definiendo con un lenguaje llano («escribo como hablo») y mediante motivos y temas recurrentes que se estructuran a través de múltiples series, como, por ejemplo, desde las de sus vacaciones hasta las de los guiones de sus clases.

Repito que su blog no contiene libros potenciales. Al revés, en tanto que obra que se va (des)haciendo al ritmo de los días, las excursiones, los viajes, las lecturas, las visitas a museos, las fotografías, los vídeos musicales, las listas, etc., adensa una trama que en su tan sólo aparente dispersión encuentra su unidad más profunda y, lo que es más importante, su teleología implícita, es decir, el destino vital que orienta la creación de su universo. Su blog, tan helénico, no es un libro, sino una cosmogonía cotidiana: los trabajos y los días que Ángel Ruiz vive en Compostela. O como dice la presentación de su blog: “Literatura, la vida y algo del mundo clásico”.

La maestría de su blog consiste en haber logrado modular una voz inconfundible con cuyo timbre -y tono- es capaz de desplegar un «mundo» que guarda un aire muy inglés, como el de uno de esos gabinetes de lectura o apartamento privado donde su inquilino recibe la visita de sus lectores, que le van puntuando sus comentarios aquí y allí, para mostrarles los secretos de una vida tranquila que ha ido esculpiendo en su modo de ser tan castellano una peculiar idiosincrasia gallega. Renuncia a cualquier pretensión -a cualquier vanidad- literaria, de manera que la singularidad de su mirada apena se pueda captar sino en reflejos oblicuos: "No soy poeta, no sé cómo juntar esas tres palabras, pero es lo que se me ocurre al oír a Julia Lezhneva en esta composición que Haendel escribió para las carmelitas en Roma".

Profesor de griego, nuestro protagonista se lamenta de que no puede callar ni debajo del agua, con esa sequedad que le enorgullece tanto como de la que no puede dejar de arrepentirse. Es un solitario -no exactamente un flanêur- que nos va dibujando su intimidad con fotografías de edificios brutalistas o de portadas de ermitas románicas. Adivinamos su exquisita sensibilidad en esas entradas en que ofrece detalles de imágenes aumentados descomunalmente sobre un cuadro de Rafael o de Tiziano para que podamos observar la forma de los dedos del pie de un Niño Jesús o los trazos de un lirio que florece tras un pliegue verdemarino de la espalda del manto de una Virgen hierática y mansa. Podría igualmente derretirse ante unas sonatas de Purcell escuchadas de vuelta de Caramiñal, con los barcos atuneros todavía en los ojos, o ante un oratorio de Haendel, o mostrar una bizarra vena indie con sus descubrimientos musicales en KCWR.

Ya digo que la suya es una escritura total, pero secundaria, hecha de alusiones, de citas, de comentarios... En vez de glosas y palimpsestos, fiskea. En vez de parodiar, rueda el making-off de sus tomas falsas. Es el suyo el tono natural y breve de un conversador apasionado y lacónico, con unos principios religiosos y políticos montaraces y, por ello, imprescindibles. Como reaccionario autoirónico -de nuevo esa inclinación imaginaria y desaparecida del old-fashioned tory, más ultracatólico que ultraconservador-, puede lanzarse al galope para “calcinarse” con listas como la de los listos más tontos de España que permitan entrever no un desencanto, sino la melancolía de un sueño cultural de nuestra juventud que, de tan hermoso, hubiera merecido la pena que fuera real. 

En ese cajón collage que forma su blog -de resplandeciente, tan anti(pos)moderno- me atrevería a decir que construye una imagen anamórfica -y, por ello, de una certera estilización- de su vida, la cual, al compartirla, se convierte de una manera austera e íntima también en la de sus lectores que le acompañan en los lugares que pautan su vida ordinaria: su habitación, el campus universitario (¡ay, las pintadas en su Facultad!), las iglesias a las que acude o los museos donde pierde, stendhaliano, la noción del tiempo del arte y de la vida (¡¡¡siete horas en el MNAC!!!)

Agreste a ratos, levemente sarcástico, siempre de una extremada delicadeza espiritual, en un equilibrio vital y literario que le exige una ascesis callada que requiere pasar desapercibida a simple vista, Ángel Ruiz jamás renuncia a la amistad y a la guerra. A mí me conmueven especialmente las descripciones de sus partidas de parchís en la casa paterna con su madre y con sus hermanas, pero donde la economía de sus recursos estilísticos al servicio de una máxima capacidad significativa me admiran más son, paradójicamente, en las entradas en que simplemente transcribe fragmentos, como los de los sermones de san Juan de Ávila. Procedimiento muy suyo, sólo por los títulos, formados por un vocablo o una expresión perdida o sorprendente del texto, logra reflejar el triunfo lírico, desnudo y rendido, de su amor sereno y fiel por la vida, literatura y algo del mundo clásico.

                                                         Un selfie axeitado 


Me vi el otro día en el espejo y me di -¿quizá la barba encanecida?- un aire a Karl Marx. Esto va a peor: antes me reconocía en el Solitario o en Mayor Oreja.
 Así que me voy a hacer un selfie con el que verme axeitadamente:


Ayer en el sillón, leyendo primero a Rémi Brague sobre si filosofía en el medievo y luego fascinado en el grandioso libro sobre Giovanni Bellini de Rona Goffen, mientras escuchaba con deleite infinito el programa de Diego J. Manrique sobre música de madera.
- ¿Y por qué suena a falso, cuando son libros y música grandiosos?
- Bueno, es un selfie, ¿no? 


(Ángel Ruiz, En Compostela, 17/02/2014) 



En su Compostela, precursor, reconozco en Ángel Ruiz al rey Leodegrance de nuestras justas blogueras. ¿O no son acaso estas líneas una ráfaga de selfies?

5 comentarios:

  1. Grande Ángel. Qué bien lo describes. ¡Cuántos y cuánto debemos al precursor!

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  2. Dos joyas de blogs, el de Ángel y éste

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  3. Eres más agudo que una espada de doble filo y tu olfato es el del mejor de los sabuesos. Has comprendido perfectamente a Ángel y su blog con esta entrada tuya tan magnífica, que, desde luego, el señor Ruiz y su Compostela merecen.

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