San Juan Bautista, Jacopo del Sellaio (1485) |
“… qui
autem post me venturus est fortior me est, cuius non sum dignus calceamenta
portare…” (Mt. 3, 11).
A N.
P., en Poblet
Durante años me apliqué, con pasión, a la meditación
discursiva y con imágenes. He creído siempre que en el principio no hubo silencio. Tengo la paradójica certeza de que el silencio fue creado por la Palabra que ordenó el caos de ruidos en que se
extendía la nada primordial, haciendo posible aquella escucha que, en el intervalo que
formó la primera respiración, llama a Ser. Con la ayuda de los Padres del Desierto, jamás he acabado de comprender esa serena ansiedad que confunde combatir las distracciones que suelen
atormentar las imaginaciones inquietas y reflexivas con vaciar la mente de pensamientos. La contemplación dichosa, que
opera íntimamente fuera de nuestras fuerzas, trasciende toda quietud.