Miniatura del Viaje a Bugia (1307) Breviculum ex artibus Raimundi Lulli electum, Thomas Le Myésier (1321) |
Por razones académicas paralelas asistí hace unos días con
mi amigo germanófilo a la inauguración de los fastos generalicios en loor del
beato Ramon Llull (1232-1316) en el Palau de la Generalitat de Catalunya. Nos sentamos esquinados para observar la monotonía de un acto oficial, a la espera
de alguna revelación de ética pura kantiana que justificase nuestra
insurrección. No obstante, si hace unos meses nos divertimos con los pedagogos flipaos, como lulistas indepes salimos un tanto defraudados. Pero, dado que me
tomo a pecho el nombramiento que mi amigo me hizo entonces de "cronista de
la catástrofe", debo a mis lectores un pequeño reportaje.
Como es evidente, hubo tontadas cósmicas, comenzando por la
voz impostada que por megafonía anunciaba el inicio del acto, como si se
tratase de una ópera. Si en lugar de haber entrado el representante ordinario
del Estado, hubiese llegado el comentarista deportivo que, en el tiempo libre
que le deja dar collejas a su hijo o preparar mejillones en televisión, preside el Gobierno de España, habríamos
tenido de fondo música de Rocky.
A Artur Mas, la verdad, lo vi entero. Hacer el ridículo grandielocuente cada
día, con su voz de lorito, lo mantiene en plena forma. Sin duda, le gusta su
perfil. Dado que a los políticos los grandes poderes sólo les permiten enredar, tiene claro que él es Quien debe presidir la Generalitat.
Los argumentos no son decepcionantes; son sólo estúpidos y malvados. Pero allí sentados no daba
la sensación de que fuese muy grave.
El consejero de Cultura estuvo bien. No dijo nada especial. Parecía
como si estuviese haciendo un ejercicio de contención, porque, a fin de
cuentas, Llull es mallorquín. Alguna referencia inespecificada al
"futuro" y al pasado como argumento de "la voluntad de un
pueblo" por existir. Añadió alguna alusión casi imperceptible a la necesidad
tan actual del diálogo -oh, la palabra- con el mundo islámico, a propósito de
Ramon Llull, zafándose de cualquier mención explícita que atentase contra los
sentimientos laicos del auditorio.
Yo me dedicaba a mirar los frescos aburguesados de la gran
sala. Estaba representada una multitud de monjes, curas, guerreros medievales
y reyes de España, con Alfonso XIII y la reina Victoria casi en el centro.
Y entonces entró el comisario del Año Llull. De
etiqueta progre. Todo de gris, con una chaqueta tres cuartos, sin corbata ni
-tal vez- camisa, de cuello bien cerrado el jersey. Se sacó del bolsillo de la
chaqueta la cartilla que nos leyó con una ceja levantada y una voz educada e
imperativa. A mí me dio la impresión de que le perdonaba la vida al Beato a quien
veía con visos posmodernos. Por si hubiese alguna duda, lo dejó claro: "No
importan sus creencias, sino su método". Sentí miedo: cuando un
filólogo suelta una frase así, está dispuesto a arrancarle la cabeza a quien le
discuta el cargo. ¿Qué más da la Revelación cristiana que una sociedad
orwelliana? El método es suyo.
Fue él quien proporcionó el titular del acto, recogido por Catalunya Ràdio al día siguiente: "Si no tuviésemos un Estado
que nos fuese a la contra, cada catalán llevaría un libro de Ramon Llull en el
bolsillo y pagaríamos en euros con su efigie". Mariano, tío, que tampoco
es para tanto querer llevar l'Art abreujada d'atrobar la veritat en el culo del tejano. No me quedó claro, en cambio, si lo de los
euros se refería a una moneda catalana o a enseñar, al pagar, la cara del
beato...
Dictó la conferencia académica, en italiano, una profesora
italiana, "vestida de soprano" según mi amigo germanófilo. Teniendo
en cuenta que social y políticamente la filología está muerta, fue una
disección correcta que el público aplaudió con educado entusiasmo, como si se
tratase de una ópera de Bellini.
Oyendo a nuestros políticos uno comprende que la música, la
literatura y la filosofía estén saliendo de los planes de estudios del
bachillerato. ¿Para qué hace falta un historiador si cuentas con un asesor de
comunicación? Francina Armengol, nueva presidenta de las Baleares, soltó un
mítin que dejó congelado al President y al Conseller. Primero calificó a Ramon
Llull de precursor de la Alianza de las Civilizaciones, para añadir que, de
todas maneras, su diálogo con los musulmanes encerraba la "trampa" de
querer convertirlos. Lo importante era haber inaugurado una etapa de "investigación
del pacto" encabezados por los nuevos gobiernos de Baleares, Valencia,
Aragón y... Cataluña (vamos, la Corona de Aragón). Su objetivo: tejer una España
diferente, federal. Oh, sí. Este es el nivel.
Artur Mas se puso al final metafórico, en plan jefe de la
banda. Habló de la nación catalana, de aquí y en los territorios de la Mediterrània, y
de las agresiones culturales de un Estado que desde el siglo XIX siempre ha ido
a la contra de Catalunya. No concretó demasiado, porque todos éramos sus
cómplices y ya entendíamos.
Como estaba el cardenal de Barcelona y una parte de su
séquito, Mas sacó a relucir que, en lugar de buenos pastores, estamos a merced de gobernantes lobos que ejercen la fuerza con engaño y violencia en vez de servir. Acudió a no sé quién para convertir a Ramon Llull en precursor
de Maquiavelo. Entonces ya sin pararse habló de la unidad inexpugnable de la mata de juncos a propósito de Ramon Muntaner y de que en el Llibre d'Amic e Amat el amigo denunciaba que era peor la
actitud de quienes no salían a defender al Amado que los que hablaban mal de
él -no encuentro ahora la referencia, pero, a los efectos, tanto da-. Cuando llegó a esta alegoría, que dejó un tanto fría a la audiencia, yo ya
estaba definitivamente perdido entre los frescos de la bóveda.
Cantó Joan Pons, de cierre, unas piezas que debían de tener
alguna relación literal con el Cant de Ramon.
“Anava l’amic per una ciutat com a foll cantant de son amat, e demanaren-li les gents si havia perdut son seny. Respòs que son amat havia pres son voler e que ell li havia donat son enteniment; per açò era-li romàs tan solament lo remembrament ab que remembrava son amat”
(Ramon Llull, Llibre d’Amic e Amat)
De “lo foll de Crist”, cuya obra inmensa nació de una fe
apasionada, nada parece que se conmemorará sino el título de figura
fundacional de la "matriz lingüística y cultural catalana”. Aunque sea en una línea, silenciosamente misionera,
recordaré al fin algo real: que entendía su voluntad entregada al Amado.
Me he reído mucho. Lo que insinúas desborda constantemente lo que dices: que el lector-adivino se espabile. Es curioso que la desolación resulte tan cómica: carcajadas en el páramo... A fin de cuentas, mero realismo. (El cómplice deutsch)
ResponderEliminarAl menos en el páramo nuestras carcajadas desoladas encuentran nuestros ecos... Como les ocurre a las figuras de los vampiros, las palabras de nuestros políticos no devuelven ninguna imagen en el espejo de su sobreexposición mediática e histérica.
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