Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 27 de diciembre de 2016

Epílogo y seguido.



Despedida al atardecer,
Moritz von Schwind (1859)

Mi heterónimo lleva unos meses oyendo, hasta en público, el consejo bienintencionado de que debería matarme (sic). Que necesita dar un paso adelante. Que escriba novelas o, mejor, que redacte ensayos que pueda presentar a premios que, además de recompensar, si llega el caso, su compromiso intelectual, le sirvan de provecho académico y, por qué no, económico. Que puedo perjudicarle, vamos. Yo sólo soy un abad stilnovista que, aunque apenas vende treinta ejemplares de sus libros, por lo visto merecería la pena de muerte universitaria. En España las bromas siempre van muy de veras.

martes, 20 de diciembre de 2016

La melancolía religiosa de Robert Burton.



Melancolia,
Giovanni Bellini (1489)

Es de buen tono entre los anglófilos citar la Anatomía de la melancolía (1ª ed. 1621) de Robert Burton (1577-1640) como uno de esos exquisitos volúmenes que nos consuelan de la derrota permanente en que parece consistir la vida. Germánico, Walter Benjamin observaba que, “donde nosotros percibimos una cadena de acontecimientos, el ángel de la historia ve una catástrofe única que amontona ruina sobre ruina y la arroja a sus pies”. Empirista como buen inglés, del vendaval del progreso Burton se protegió con serena dignidad oponiendo a un mundo, en que las jerarquías del orden cósmico medieval se iban derrumbando, una escritura férreamente desatada, inacabable, que sigue retrasando -y prolongando- la espera inevitable. Como sentencia con brevedad estoica Ignacio Peyró, toda la riqueza anatómica de la obra de Burton “sabe que hablar de la melancolía es hablar -irremediablemente- de los adentros del hombre”.

martes, 13 de diciembre de 2016

En la memoria de un güelfo desterrado (y II).



El sueño de Jacob,
Jusepe de Ribera (1639)

No es a mi heterónimo a quien corresponde seguir trazando las líneas de interpretación de nuestra obra. Poco a poco he ido modelando y fundiendo sus rasgos con los míos, sin identificarnos. Como en el sueño de Jacob, camino del inframundo de Labán, él ha recibido en sueños la visión de esta escala que comunica el cielo de su imaginación poética con la tierra de la escritura cotidiana. A mí me toca, excedido por toda promesa, derramar sobre su obra una libación y ungirla con aceite. Tal vez -¡oh, modernos!- hayamos dormido en nuestro Betel.

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