Mi heterónimo sigue esforzándose en difundir nuestros XXI Güelfos. Con la ayuda de un gran amigo ha aprovechado un viaje a su íntima Córdoba para presentarlo. Al día siguiente, se reseñaba en la prensa el acto hablando de su autor (?) como “sacerdote y escritor”. Quien lee este blog debería saber que, sin haber sido nunca ni seminarista ni novicio, está casado y tiene cuatro hijos. Que él haya renunciado ya a defenderse sobre la atribución de las órdenes sagradas -que, en ocasiones, le ha costado protestas de escándalo-, me obliga a quebrar lanzas por él y por la escritura que representamos.
Donna me prega
Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.
martes, 24 de febrero de 2015
martes, 17 de febrero de 2015
Meditación de la mirada.
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La tentación de santo Tomás, Diego de Velázquez (1631) |
Recomendada por Ángel Ruiz, acudí hace un par de meses a la
exposición “a Su imagen” en el Centro Cultural de la Plaza
Colón de Madrid. Entre cuadros excelentes de Rubens, Juan de Juanes (que he
redescubierto) o El Greco,
una de las joyas más valiosas que se exponían era “La tentación de santo Tomás de Aquino” de Diego de Velázquez (1599-1660). Hasta el siglo XX
este cuadro se atribuyó a un discípulo del maestro sevillano, Nicolás de Villacis, e incluso a Alonso Cano. Pintado en 1631, a la vuelta de su viaje a Italia,
Velázquez trata en él un tema muy poco frecuente en su obra: la vida de santos.
martes, 10 de febrero de 2015
Adán y Eva, indisolubles.
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El Jardín de las Delicias (Detalle), El Bosco (siglo XV-XVI) |
Andaba inquieto por si la metáfora que me había inspirado
Léon Bloy hace un par de semanas hubiese sido un exceso verbal. Me preguntaba
allí qué impediría a Nuestro Señor repudiar a su Esposa, “la ramera babilónica”,
si la propia Iglesia llegase a admitir que la indisolubilidad matrimonial es relativa,
misericordiable. Mi discípulo blanchotiano me reconvino delicadamente por la
imagen, sin negar –me decía− que ese tipo de “disquisiciones” fuesen un medio
de reducir al absurdo algunas propuestas teológicas actuales. Le entiendo y me
admira: es joven, acaba de casarse y todavía
su fe no ha sido tentada por la fatiga de la Caída, como decía Bloy.
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