martes, 26 de enero de 2016

Enrique García-Máiquez, entre palomas y serpientes.



Agnus Dei,
Francisco de Zurbarán (1635-1640)


Como si fuera un náufrago de lecturas recientes, Cavalcanti se precipita a abrir Palomas y serpientes (Granada, 2015), el último libro de Enrique García-Máiquez (1969). Y, goloso, no ansioso, empieza a leer sin descanso sus aforismos. ¿Cómo resistirse a la cándida sagacidad de su escritura, fragmentaria e inquietamente serena, en una edición además rugosa al tacto, espléndida en su sencillez?

martes, 19 de enero de 2016

La escatología de Odo Marquard.



El sueño de la razón produce monstruos,
Francisco de Goya (1797)

No sé si mi amigo germanófilo perdonará que recupere las palabras que mi heterónimo dedicó en una presentación al libro con que su alter ego filosófico había ganado el XXIII Premio Joan Maragall (2012). Escatología i modernitat. El pensament d’Odo Marquard (Barcelona, 2014) es de hecho la primera síntesis del pensamiento escéptico del filósofo alemán recientemente fallecido Odo Marquard (1928-2015). Como tal, es una obra póstuma en tanto que anticipadora.

martes, 12 de enero de 2016

La gallina turuleca.



La gallina ciega,
Francisco de Goya (1789)

Quizás como un guiño melancólico un Rey Mago ha dejado de propina a mi vailet cisterciense un cd con las canciones de los payasos de la tele. Escéptico, he sido arrastrado a la voz de Miliki, tan punzante en la memoria de toda mi generación, por el sorprendente entusiasmo de mis hijos. Todo un hit impensado.

martes, 5 de enero de 2016

Hospital de campaña.



Vanitas,
Antonio de Pereda (siglo XVII)

Casi treinta años después de su periodo imperial parece como si el legado de la deconstrucción, encabezada por el ilegible Jacques Derrida (1930-2004) y el criptoantisemita Paul de Man (1919-1983), hubiese dejado una huella más profunda de lo que las buenas maneras occidentales estarían dispuestas a soportar en público. Más allá de la jerga circunstancial de los análisis filosóficos y literarios de sus secuaces, ya caducados, nuestro mundo global se ha empeñado en cegar, asumiéndolas, la evidencia cultural de las intuiciones de Derrida.