El sueño de la razón produce monstruos, Francisco de Goya (1797) |
No sé si mi amigo germanófilo perdonará que recupere las
palabras que mi heterónimo dedicó en una presentación al libro con
que su alter ego filosófico había ganado el XXIII Premio Joan Maragall (2012). Escatología i modernitat. El pensament d’Odo Marquard (Barcelona, 2014) es de hecho la primera síntesis del pensamiento escéptico del filósofo alemán recientemente fallecido Odo Marquard
(1928-2015). Como tal, es una obra póstuma
en tanto que anticipadora.
Todo lo contrario del liberalismo teológico que ha invadido
nuestra vida intelectual, los puntos de vista de mi amigo son de una extraordinaria sagacidad
crí(p)tica. En tanto que «escolástico», en su intención, en su estructura y
hasta en su estilo, este libro, no obstante, desconcertará simultáneamente a
sus lectores. No se encuentra en él una reivindicación de la philosophia perennis. Al contrario, se
mantiene al margen de cualquier apologética.
Por ello, es un libro a la vez conservador y posmoderno,
pues su crítica de la modernidad
juega entre, y no sólo en, los
límites dúctiles del genitivo objetivo y subjetivo. Le mueve un afán de
comprender y, por tanto, de revelar
las articulaciones internas de un pensamiento como el de Marquard que se esfuerza por descargar y,
así, escamotear cualquier intención enfática de sentido en un mundo
hipertribunalizado y siempre dispuesto a evadir cualquier intento de imputabilidad.
Con el filósofo alemán, Carlos Llinàs sostiene que la vocación del filósofo sigue
siendo extemporánea y conflictiva, pues, a pesar de que la filosofía ha visto
reducida su campo de acción tradicional, mantiene su función de compensar
incompetencias. La verdad es, por naturaleza, incómoda; su búsqueda, difícil; y
la filología ha proporcionado al filósofo la posibilidad –la excusa− de
dedicarse a la verosimilitud.
Es esta tensión entre filosofía y filología el trasfondo
sobre el que se alza, indirectamente,
el núcleo teológico de la argumentación de su obra que no se reduce, ni mucho
menos, a la oposición entre los conceptos de escatología (cristiana) y
modernidad (secularizada).
El núcleo de la tesis de Marquard que Llinàs explora podría
resumirse así: la modernidad, definida como la época de las neutralizaciones de
todo énfasis y de toda intención directa de sentido, es la segunda refutación
de la gnosis después de que la refutación patrística y medieval del marcionismo
fracasase ante la contrarrefutación que le opusieron la teología medieval de la
omnipotencia divina y la de la Reforma protestante.
Llinàs sostiene que esta concepción histórica de la modernidad
acaba chocando no sólo con contradicciones externas. La respuesta teodiceica
que en sus orígenes elabora Leibniz conduce en apariencia inevitablemente hacia
las formulaciones gnósticas de las filosofías de la historia del siglo XIX (y
muy especialmente, el marxismo).
La disputa filosófica entre Odo Marquard y Hans Blumenberg sobre el
concepto de «secularización», la que mantiene el autor alemán con las dos
versiones, positiva y negativa, de finalidad escatológica de la modernidad que
sostienen Karl Löwith y Jacob Taubes; e incluso el trasfondo de los planteamientos
de Reinhart Koselleck sobre los fundamentos y el desarrollo de la crítica ilustrada, buscan
dar respuesta a unas preguntas que podrían formularse de la siguiente manera:
¿Ha hecho la gnosis fracasar siempre cualquier intento de ahorrar el riesgo del absolutismo escatológico? O, por el contrario, ¿ha «olvidado» la refutación moderna su continuidad histórica respecto de la primera? La descarga de toda intención enfática de sentido, es decir, el desvío de cualquier proyección escatológica, incluso intramundana, agravaría de este modo la situación del escepticismo contraescatológico.
¿Ha hecho la gnosis fracasar siempre cualquier intento de ahorrar el riesgo del absolutismo escatológico? O, por el contrario, ¿ha «olvidado» la refutación moderna su continuidad histórica respecto de la primera? La descarga de toda intención enfática de sentido, es decir, el desvío de cualquier proyección escatológica, incluso intramundana, agravaría de este modo la situación del escepticismo contraescatológico.
La estructura global del libro se presenta, pues, como un
intento no de refutar la refutación moderna de la gnosis, sino de recuperar la
tensión escatológica entre ambas refutaciones (patrística-medieval y moderna).
Escatología y modernidad, en principio contrapuestas, acaban revelando su
condición complementaria.
Ante una (anti)modernidad escatológica, como las de la
filosofía de la historia, Llinàs plantea, en polémica con Marquard, una
escatología moderna, la cual no se identifica «superando», «sobrepasando», ni
tampoco «restaurando», la escatología cristiana medieval. En cambio, lanza una
apuesta histórica y filosófica por
establecer un hilo de continuidad entre la edad media y la modernidad, como la que en
otro sentido ha propuesto también últimamente Rémi Brague.
Llinàs argumenta la necesidad que una modernidad escéptica tiene de incluir les intensidades escatológicas cristianas, si no quiere contradecirse enfatizando excesivamente cualquier intención enfática de sentido, entre ellas las transhistóricas del propio cristianismo. En esta apuesta se entrevé lo que el autor llamaría un armónico que no ha querido sino dejar en penumbra: la recuperación de la teología pneumática del Oriente cristiano medieval.
Llinàs argumenta la necesidad que una modernidad escéptica tiene de incluir les intensidades escatológicas cristianas, si no quiere contradecirse enfatizando excesivamente cualquier intención enfática de sentido, entre ellas las transhistóricas del propio cristianismo. En esta apuesta se entrevé lo que el autor llamaría un armónico que no ha querido sino dejar en penumbra: la recuperación de la teología pneumática del Oriente cristiano medieval.
Este punto culminante de su argumentación conduce hacia el
final abierto de este libro, anunciada explícitamente
por la cita de La genealogía de la
moral que sirve de eje central en torno al que se articula el volumen.
Según Nietzsche, tras su hundimiento como dogma, el cristianismo se enfrentaría
ahora a la extinción de su moral. Este acontecimiento interrogaría al hombre contemporáneo sobre toda voluntad de
verdad. Carles Llinàs considera que la radicalidad de esta pregunta no puede
ser rehuida a la hora de hacer una historia de la modernidad.
“Me atrevo a decir que Marquard fácticamente se encuentra que todas las cuestiones que trata (la gnosis con sus refutaciones y contrarrefutaciones, la teodicea, la filosofía de la historia) son en último término cuestiones teológicas; o sea, que la sustancia de todas las cuestiones y de los motivos conductores de su pensamiento es una sustancia teológica […] El reverso de una narración inteligente de la historia de la modernidad que quiera evitar el uso enfático de términos como «secularización» y otros no puede ser una que sólo prescinda del elemento teológico, una en que el elemento teológico sencilamente se haya desvanecido, sino una narración que explique el encadenamiento de hechos de esta época como la exposición teológica de la autosupresión teológica de la teología –del cristianismo. Y eso es lo que, subyacente a Marquard, en realidad hizo Nietzsche”.
(Carlos Llinàs, Escatología i modernitat. El pensament d'Odo Marquard)
Es esta intensa descripción la obra en potencia que, compartida por mi amigo germanófilo en inacabables
horas de amistad, su amigo güelfo, filólogo, desea leer insaciablemente.
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