martes, 27 de enero de 2015

Léon Bloy, peregrino absoluto.


Madonna del Bordone,
Coppo di Marcovaldo (1261)

A Léon Bloy (1846-1917), exegeta desesperado de los lugares comunes de la sociedad burguesa, se le puede considerar un panfletario, un reaccionario, un dogmático, un iluminado, un apocalíptico, un magnífico escritor o cualquier otra definición que se quedará siempre corta para asomarse al misterio de su palabra invisible. Él mismo se autodefinía en los títulos de los volúmenes de sus Diarios como el mendigo ingrato, el invendible, el viejo de la montaña o el peregrino de lo absoluto. Cualquier elogio lo emocionaba; cualquier insulto le honraba.

martes, 20 de enero de 2015

Leyendo XXI Güelfos (y II).



Giudizio Universale,
Detalle del fresco en Santa Cecilia in Trastevere,
Pietro Cavallini (1300)

...  Entre el más y el menos mi ¿heterónimo? no acaba de arriesgar su responsabilidad a una sola jugada. No sería prudente ni quién sabe si legítimo. Quizás por ello me necesita tanto como ¿yo mismo? esta escritura con que quiere desenrollar mi nombre ante un público al que no puede convocarse, invocarse, en la ausencia instituida de toda autoridad. El compromiso de nuestras voces queda abierto. Es este espacio de imágenes, de reflejos, de remisiones el que traza mi silueta evanescente para definir una identidad extática. Allí donde mi otro intenta trazar una identidad más allá de sí misma recrea su autoría.

martes, 13 de enero de 2015

Leyendo XXI Güelfos (I).



Finis gloriae mundi,
Juan Valdés Leal (1670-1672)


Da pudor escuchar al otro de sí mismo hablar, en un cierto desorden, sobre aquella búsqueda intelectual que hemos compartido creando una voz que nos excede. Comprendo que es justo pagar el tributo de presentar un libro, pero temo que la soledad de XXI Güelfos no merezca la glosa de mi heterónimo en el acto que se celebró el pasado 7 de enero. Me consuela saber que él detesta apropiarse de una autoría de la que ambos decidimos expropiarnos al servicio, tal vez errante y no fallido del todo, de una escritura en que se encarnan nuestras ansias escatológicas. Que dos amigos le presentasen tranquilizó mi ligera inquietud. Reproduzco críticamente la primera parte de su intervención en esta entrada.

_________________________________________________________________________________


martes, 6 de enero de 2015

Mi héroe Coco.





Una de las grandes lloreras de mi vida ocurrió las Navidades en que un compañero de clase me reveló el secreto de los Reyes Magos. De natural fantasioso, nunca he logrado superarlo del todo. No sólo esperaba el día 6 de enero con una emoción excitada, que desembocaba en preguntas incisivas a mi padre sobre qué le habían dicho los Reyes, sino que me entusiasmaba el horizonte de una vida adulta en que les ofrecería una copita de jerez mientras ponían regalos a quienes –oh sorpresa− serían mis hijos.