martes, 29 de enero de 2019

La apotegmática urbana de los Padres del Desierto.



La Tebaida,
Paolo Uccello (c. 1460)


A medida que han transcurrido las etapas de este camino bloguero que recorro desde hace casi siete años, he venido tomando conciencia de que a su evolución le caracteriza un proceso cada vez más paradójicamente «reaccionario». Al principio, “a su pesar”, se fue proponiendo dar testimonio de esa legitimidad histórica y cultural cuya extinción no deja de exasperar a los arteros defensores del progreso, incapaces de crear la nada si no es mediante la negación de todo límite. En el fondo oponía, tímidamente, a sus desvergonzadas innovaciones la frescura hierática de un orden (anti)moderno que cifraba en el stilnovismo florentino sus desesperanzas. El símbolo de Claraval, fundado un siglo antes, asomó, por necesidad, como el garante escatológico de que la restauración de lo abolido por siempre jamás debe exceder las pretensiones absolutas de este mundo.

viernes, 18 de enero de 2019

El Carmelo cisterciense de José Jiménez Lozano.



Ermita de San Baudelio de Berlanga,
Siglos XI-XII

Aunque debiera reseñar Cavilaciones y melancolías (2018), el reciente cuaderno de apuntes de José Jiménez Lozano (1930), por la intemporal actualidad a la que parece llamada cada obra nueva suya, los caminos de mi stilnovismo claravalense, al azar providente, han guiado sus pasos hasta la Guía espiritual de Castilla (1984). Su lectura atenta y salmodiada ha elevado el clamor por su reedición en nombre de las piedras silenciosas y anónimas de este -y tantos otros- monasterios. Cerrada ya la última página, como meditación última, no cesaré de acariciar las tapas del ejemplar paterno (Valladolid, 2003) que sigue yaciendo sobre este escritorio, en edición ilustrada con fotografías íntimas y graves de Miguel Martín.

martes, 8 de enero de 2019

La Tebaida interior.



La Tebaida,
¿Fra Angelico? (1420)

En medio de la despiadada blandura con que nuestra sociedad cree tenernos seguramente encarcelados, andaba reflexionando estos últimos meses sobre la necesidad de ahondar en mi stilnovismo claravalense. Meditaba sobre la legitimidad de excavar una soledad mayor que venciese la tentación de la melancólica misantropía que me asalta últimamente. Frente al peligro de acabar aislándose tras los muros de un monasterio virtual convertido en ídolo que exige la repetición ritual de sacrificios y penitencias intelectuales y poéticas, ¿no cabría recobrar el impulso eremítico que, atrayendo a un radical abandono de sí en el desierto, mantuviese callada y firme una comunicación de bienes entre su comunidad de moradores? ¿No aspiraba acaso cada entrada en esta celda bloguera a divisar un arco de la bóveda celeste? A la gruta de su Tebaida no correrá Cavalcanti a refugiarse. Ante su umbral se detiene a atisbar el origen de otra luz que, al excederla oscuramente, ilumine nuestros pasos…