martes, 31 de marzo de 2015

Oficios de tinieblas y de esperanza.



El entierro de Cristo,
Dirk Bouts (1450)

Como preparación cuaresmal, he estado escuchando piezas polifónicas que rememoran la casi completamente perdida liturgia del Oficio de Tinieblas que debería celebrarse desde el Jueves Santo hasta el Sábado Santo. Además de salmos y responsorios, desempeñan en él un papel fundamental las lectiones de las Lamentaciones de Jeremías, cuyas primera, segunda y cuarta elegías son, en realidad, oraciones fúnebres.

martes, 24 de marzo de 2015

Las lágrimas de Don Duardos.



La tempestad,
Giorgione (1505)

De joven fui desolado amador. La castidad del amor cortés no suele ser virtud, sino un modo de practicar, lujuriosamente, la ascesis de una soberbia solitaria. “Sorrow is knowledge”, sentenciaba Lord Byron al principio de Manfred. Peregrinando entre las sombras de los afectos, se alcanza después, en el mejor de los casos, con dolor y con suerte, un conocimiento más alto, el arrepentimiento de haber(se) hecho sufrir.

martes, 17 de marzo de 2015

Frozen Propp.




Como en tantas niñas de su edad, mi petitona ha sucumbido a la pasión por Frozen (2013). Hasta ha encontrado el cd con las canciones de la película en la biblioteca municipal y hemos pasado una temporada al borde del agotamiento auditivo con el tema de “Suéltalo”. Entre ella y yo ya es prácticamente un mot-de-clef hablar de los lobos que persiguen a Ana y a Kristof, mientras aullamos a la una con los ojos desorbitados “auuuuuuu”. Su hermana, la pubilla, participa todavía de esa fantasía, en el lindero de la adolescencia. Quisiera creer que les admira la capacidad de sacrificio fraterno mediante “el acto de amor verdadero”.

martes, 10 de marzo de 2015

El Pasmo de Triana y Mijaíl Bajtín.



Belmonte en plata,
Ignacio Zuloaga (1924)

No soy aficionado de los toros ni de las biografías. Las mejores biografías suelen esconder novelas frustradas. Las mejores corridas celebran el misterio de una liturgia imprevisible. Como los toros, desde las Vidas de Plutarco las biografías son, antes que nada, una cuestión de estilo. Aún así, saliendo a los medios, me he animado a leer el mejor volumen de un género que, replicando el éxito de Lytton Strachey, se puso de moda en España en los años treinta. Me refiero a Juan Belmonte, matador de toros (1935), del excelente periodista andaluz Manuel Chaves Nogales (1897-1944).

martes, 3 de marzo de 2015

Charles Péguy y un camillero, en la línea de fuego.



Esperando,
Jean Pierre Laurens (1904)

No olvido que fui objetor de conciencia. No me movieron a adoptar aquella decisión razones pacifistas, sino unas palabras de Jesús que me impresionan desde la infancia: “Mi reino no es de este mundo”. Puestos a alistarse, ¿qué mejor ejército que el de las legiones angélicas? Puede que mi postura suscitara algunas reacciones decepcionadas, pero estoy convencido de que, si me tocase morir en una guerra, querría caer honorablemente atendiendo heridos o recogiendo cadáveres de compatriotas, en lugar de morir disparando. Puestos a estar en primera línea, no aspiro más que a ser un camillero, a ser un samaritano. Como en el primero de los relatos de Sudor de sangre de Léon Bloy, ¿acaso hay algo más digno que haber sido uno de aquellos jóvenes caídos defendiendo la celebración del sacrificio eucarístico?