Natividad,
Guido da Siena (1270)
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De mi infancia, secreta, casi hermética, conservo la
afición del santoral. En plena época posconciliar jamás advirtió nadie en ella
un signo de vocación religiosa. Acertaban. He leído con fruición, por puro
gusto literario, las más variopintas
hagiografías, por sus protagonistas o por sus autores, de una o mil páginas,
ilustradas o tiradas en ciclostil, del siglo IV o del siglo XX, polémicas o
anónimas, medievales o barrocas o posmodernas, ay. Aun siendo tal vez una
preferencia excéntrica, en su fondo brotaba de una fascinación todavía más
radical: el catálogo desnudo de los nombres que han forjado martirios,
confesiones o fundaciones.