Donna me prega

Este blog se declara católico, tal vez con cierto aire estoico. Defiende la simplicidad, el silencio y la contemplación.
Quiere ofrecer reflexiones, opiniones y lecturas a personas atentas a la vida del espíritu y de la cultura.

martes, 23 de enero de 2018

El desasosiego gris, entre Fernando Pessoa y Josep Pla.



Nostalgia del infinito,
Giorgio di Chirico (1917)


Hace unos meses mi heterónimo callejeó sin descanso entre las cuestas de Lisboa. Bajo el cielo deslumbrado del Tajo, recién estrenado el otoño, alcanzó ese estado de semiconciencia alerta que permite abstraerse de las ráfagas turísticas. De perfil, casi pudo notar la ingravidez del aire, a la deriva por Terreiro do Paço. Asomado al río, soñaba que se cansaba del cansancio de leer, de pagar arruinado las cuentas de su escritura.

Entreveía el Tajo, sí, mientras vagaba fatigado, a trechos, por el Barrio Alto. Esquivaba los tranvías como si fueran las sirenas subcontratadas del tour desmemoriado de nuestra cultura. No estaba seguro de haber deseado otra cosa que mirar atónito, sin pensar, sólo sintiendo. Unos versos de Álvaro de Campos guiaban sus pasos por la ciudad: “Los antiguos invocaban a las Musas. / Nosotros nos invocamos a nosotros mismos. / No sé si las Musas aparecían - / Sería sin duda conforme lo invocado y la invocación.- / Pero sé que nosotros no aparecemos”.

Entre los pliegues rugosos, ocasionales, de aquella visita mi heterónimo advierte ahora el extraño efecto de enajenación lingüística que le provoca siempre viajar. Hable la lengua que hable siempre retraduce de otra que tampoco le pertenece. Sus interlocutores suelen mirarle perplejos. Hipermétropes, también estas líneas asoman ante sus lectores como las notas arruinadas de un dietario inexistente. Escritas para olvidar las certezas de sus lecturas, atisba un extraño encadenamiento entre el desasosiego gris que experimenta abriendo el libro de Fernando Pessoa (1888-1935) con las notas de Josep Pla (1897-1981).

Pessoa empezó a redactar fragmentos de lo que llegaría a ser su Livro do Desassossego en 1913 y no cejaría en el empeño hasta su muerte en 1935. Un libro sin principio ni final no cuestiona tanto la noción de autoría cuanto multiplica y desgarra los vínculos reales de la vida y su ficción. Parece como si la figuras enigmáticas e inciertas de su autor (o Guedes o Pessoa o Soares o…) obligase simultáneamente a un doble movimiento de lectura, subjetivo y objetivo, que le otorgase al texto su incierta canonicidad. Al final, su lectura, casi imposible, requiere ritos de iniciación cada vez más ininteligibles y codificados académicamente.

¿A qué género adscribir, pues, el poliforme Livro do Desassossego? ¿Una “autobiografía sin acontecimientos”, un “diario” o un “no-libro”? Imposible alcanzar una repuesta en acto. Será siempre un libro póstumo, que quizás sea la manera más radical de subvertir su posibilidad misma -y su realidad- como libro. ¿No explora -y ejecuta en su abstención- el fondo de una singular potencia? Es esta la aventura nihilista de una lectura creadora. En busca de su articulación gramatical y pragmática, el Livro do Desassossego disuelve sus ideas metafísicas en el sueño de una textura rítmica: “na prosa se engloba tõda a arte -em parte porque na palabra se contém todo o mundo, en parte porque na palavra livre se contém tõda a possibilidade de o dizer e pensar”.


Só temos a certeza de escrever mal, quando escrevemos; a única obra grande e perfeita é aquela que nunca se sonhe realizar. Escuta-me ainda, e compadece-te. Ouve tudo isto e diz-me depois se o sonho não vale mais que a vida. O trabalho nunca dá resultado. O esforço nunca chega a parte nehuma. Só a abstenção é nobre e alta, porque ela é a que reconhoce que a realização és sempre inferior, e que a obra feita é sempre a sombra grotesca da obra sonhada” 
(Fernando Pessoa, Livro do Desassossego)


El quadern gris de Josep Pla se fue gestando a lo largo de casi cincuenta años, de manera impensada, o, si se prefiere, pensable a posteriori, en el propio acto de creación que es, por esencia, inagotable. Primer volumen de sus Obras Completas (1966), con El quadern gris la obra inédita de Pla, en cierto modo un plagio de sí misma, reconstruye la memoria de su tiempo, que es también la de su escritura, con las abigarradas esquirlas de un estilo de orfebrería materialista. 

Entre el 8 de marzo de 1918 y el 13 de noviembre de 1919, podría decirse que transcurre la vida entera de su autor. Si Pessoa opone alerta la conciencia desvanecida de la vigilia al sueño de su libro, Pla se empeña sin desfallecer en tejer con la vida los recuerdos de su homenot, en recobrar perdido el tiempo de su escritura. 

¿Es acaso casual que la historia editorial de El quadern gris, con más de cuarenta ediciones, haya acabado siendo la de sus erratas, correcciones y revisiones? Como la vida, su exuberancia es inabarcable. Sólo el estilo puede dar cuenta de ella como el dietario que es de su existencia: una tentativa en movimiento de detener una fuga raudal sin cabo ni fin. No está solo en cuestión el modo de representar estéticamente la cotidianeidad, sino de imprimir su anárquica libertad en la realidad -también histórica, también cultural- del lenguaje. Dionisio Ridruejo encontraba la respuesta en la adjetivación de Pla. Irónica y radical, su poética taracea sin tregua su im-potencia, el gesto desbordado e incansable de arrancar a las cosas señas de su plenitud significante:


La realitat és densa, confusa, espessa. […] A través de la seva infinita petitesa, servint-se purament de la intuïció, l’escriptor ha de fixar sobre un determinat espai de terra, sobre alguna figura concreta, signes que hom creu característics, genèrics, permanents, en el devenir informe de la segregació vital. Per arribar-hi, cal triar, escollir els justos, trobar els signes perfectes, vivents, mitjançant l’adequació dels adjectius als substantius. ¿Com fer-ho? ¿Com aconseguir-ho? Aquesta és la qüestió -la feina enormement difícil”.
(Josep Pla, El quadern gris)


Desasosegado y gris, emborrono en Barcelona con fechas desvaídas y recuerdos apenas estilizados la memoria adjetiva de Lisboa, sustantiva.

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